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El affaire Córdova revela la crisis de los partidos

In Análisis Político on febrero 13, 2012 at 3:45 am

No sale bien librado el PAN, partido donde ocurrió la mayor parte del drama: José Ángel Córdova no plantea una escisión pero si una resistencia pasiva hacia el activismo del grupo que lo derrotó; no se va, pero de ninguna manera esta “arreglado”; no hay unidad ni concordia tras la elección, hay sentido de despojo e indignación al concluir la contienda interna.

No sale bien librado el PRI, actor de reparto con vis cómica: dejó de lado a sus cuadros, buenos o malos, por ir a perseguir al posible tránsfuga; los estrategas nacionales de Enrique Peña Nieto no tuvieron la fuerza persuasiva para cooptar a Córdova, pero se solazaron en la indiscreción periodística; deberán resignarse a lo que tienen aquí, de por sí fracturado y ahora humillado.

La crisis de los partidos como representantes de fuerzas en la sociedad queda en evidencia por dos lados distintos: el PAN consolida su sentido de camarilla diseñada para conservar el poder y sus privilegios; el PRI evidencia su desarticulación, su carencia de liderazgos y su ausencia, no digamos de estrategia sino de simple plan coyuntural.

En el PAN de Guanajuato el tema no es noticia. Realmente lo notable es que alguien, de buena fe, se haya atrevido a desafiar de nueva cuenta a una estructura que ha depurado sus métodos de control conforme aumenta su destreza para manipular los programas sociales, las nóminas gubernamentales, las compras oficiales, los contratos y las concesiones desde el poder.

José Ángel Córdova no es totalmente ingenuo, ni tampoco muchos de quienes lo rodean. Sabían a qué se enfrentaban y por ello trataron de copar los espacios donde se abrían rendijas: algunas delegaciones federales; algunos alcaldes, los menos. Tuvieron apoyos en la estructura federal y alguna aeronave que estuvo usando el precandidato, se decía que pertenecía a un grupo farmacéutico.

Sin embargo, no es lo mismo poseer el control territorial, la estructura del gobierno estatal y la mayor parte de las alcaldías, todo ello además desde hace buen número de años.

Juan Manuel Oliva es el gran artífice, en sus orígenes, de una estructura partidista que hizo candidatos a Juan Carlos Romero, a él mismo y a Miguel Márquez. Incluso dividida, más por ambiciones personales que por diferencias conceptuales, la fuerza de ese aparato resulta imbatible para cualquier político que no forme parte de él.

La fortaleza exterior del PAN en Guanajuato, sobre todo en las últimas dos elecciones presidenciales donde las circunstancias jugaron poderosamente a su favor, ha extendido un aura de invencibilidad sobre esa estructura, la cual será puesta a prueba en julio próximo, cuando por primera vez la temperatura anímica de la elección del presidente de la República puede serle adversa.

Como tampoco es noticia en el PRI de Guanajuato, el consistente desprecio que se le ha mostrado a la militancia local por las coyunturales burocracias federales de ese partido.

Quizá el ninguneo se lo han ganado a pulso, enredados como están en sus pequeños dramas provincianos y sin ninguna capacidad para generar espacios de diálogo, plataformas comunes y unidad de acción entre los diferentes liderazgos.

Ahora, las cosas llegaron al colmo. El nuevo sol priista en el centro del país no parece satisfecho con lo que representan ninguno de los aspirantes a la gubernatura en el PRI de Guanajuato, a grado tal que se trabajó en serio la posibilidad de disponer de un candidato externo proveniente del PAN.

De cualquier cosa que ocurra en estos días, lo único seguro es que el PRI contará con un candidato a la gubernatura que será plato de segunda mesa, cuando no de tercera.

Poco nos dejan a los ciudadanos los mayores partidos del estado. Quizá solo la certeza de que les pueden importar muchas cosas, menos quienes votan por ellos, a los que ven como simples instrumentos de sus batallas. Si esa no es una crisis mayor, habrá que ver cual sí lo es.

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