Lo dijimos aquí hace un mes: Bárbara Botello se vería muy egoísta si priva a su partido del mejor prospecto que tiene para dar la competencia en la batalla por la alcaldía de León, donde se concentra el 25 por ciento de los votantes de Guanajuato.
Tras de luchar por ocupar la primera posición en la fórmula senatorial de su partido sin haberla conseguida, la priista leonesa parece haber empezado a reconsiderar la posibilidad de ir a la batalla por León.
La senaduría en segunda posición no tiene ninguna seguridad y dependerá de los votos que logren arrastrar otros protagonistas, desde el candidato presidencial, Enrique Peña Nieto; pasando por el candidato a gobernador y los que vayan a buscar las diversas alcaldías.
En cambio, con el posicionamiento que le otorgan diversas encuestas, encargadas por propios y extraños, Bárbara Botello como candidata en León a la alcaldía se convertirá en una aportadora de votos netos a su propia causa y a la del resto de los aspirantes priistas.
Si, además, el PAN sufre fracturas o emerge con un candidato débil, como puede ocurrir, sus posibilidades de dar una competencia cerrada se incrementan.
Si por una afortunada concurrencia de circunstancias, la aspirante priista logra la hazaña de expulsar al PAN del municipio considerado como el primer bastión blanquiazul de la República, sus bonos crecerían a nivel nacional.
No sería remoto que tuviese una línea directa con el próximo presidente mucho más real y contundente en términos de gestión que la muy publicitada y poco significativa amistad de Ricardo Sheffield con Felipe Calderón.
Por todas esas consideraciones, que seguramente ocupan en estos momentos todo el tiempo de reflexión de Bárbara Botello, no sería remoto que la viésemos declinando a la candidatura al Senado para ocupar, como aspirante de unidad, la cabeza de la fórmula al Ayuntamiento de León.
Falta poco para saber el resultado de esas cavilaciones.