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El Eje del Mal

In Análisis Político on enero 17, 2011 at 12:00 am

Al entrar en el penúltimo año de gobierno, Juan Manuel Oliva enfrenta la asechanza más peligrosa de las muchas que han jaloneado su periodo: se trata de la guerra intestina contra el Yunque, esa misteriosa organización a la que le va más que bien aquel chiste que se cuenta de las brujas: no existen, pero de que vuelan, vuelan.

Después del cese – renuncia (depende de la óptica) del ex secretario de Gobierno, Gerardo Mosqueda Martínez, Oliva determinó manejar esa baja como una cuestión aislada, sin adentrarse en el contexto de que su excolaborador mantenía una poderosa red en la administración estatal.

No se olvide, por citar un ejemplo, que Mosqueda fue el jefe del equipo de transición que seleccionó el gabinete de Oliva. Aunque la composición del equipo fue negociada con otros factores, como el líder partidista Fernando Torres, el fiel de la balanza siempre fue Gerardo.

Así, además de la red de destacados yunques, como Juan Carlos López, Alberto Diosdado o Jorge Aguirre, todos secretarios de estado; Mosqueda logró incluir a amigos y familiares en descentralizadas como Cofoce e Imug, además de varios subsecretarios.

Hoy, esa red le es por demás útil al precandidato en campaña para mantener actualizados los expedientes que acumuló como secretario de gobierno y mantener el cerco sobre un Juan Manuel Oliva que parece estar quedando en el peor de los mundos: sin Yunque, sin un sólido vínculo con Felipe Calderón y con un equipo propio debilitado por su propia indefinición.

En política a menudo resulta fatal no concluir lo que se inicia: al desprenderse de Mosqueda, Oliva sabía que se enfrentaba a toda un esquema organizativo y no a una persona. Su retraimiento de los meses posteriores para continuar con un deslinde del Yunque, lo tiene hoy postrado y a merced de una ofensiva mediática alimentada por sus antiguos correligionarios.

Las filtraciones sobre los desórdenes administrativos en el DIF ya lograron su primer cometido: sembrar la discordia entre Martha Martínez de Oliva y Miguel Márquez y deshacer lo que era un equipo compacto de activistas en el seno del PAN.

Esta situación descompone el esquema sucesorio de Oliva, que de por sí no había cuajado, y da oxígeno a Ricardo Torres Origel y hasta al propio Mosqueda como planes alternativos de un olivismo a la baja.

Oliva tiene dos caminos a la mano para salir del marasmo que lo tiene convertido en una diana perfecta: uno de ellos es suicida: restablecer relaciones con su grupo de origen, asumir que se equivocó y pedir perdón.

Implicaría retirar el apoyo a Márquez y respaldar cualquiera de sus alternantes del Yunque, resignándose a concluir allí su carrera política y a ser un rehén en el futuro.

La segunda vía consiste en recuperar la iniciativa, profundizar la ruptura y limpiar el gobierno de yunques, empezando por Juan Carlos López que le tiene convertida la Coordinación de Políticas Públicas en un nido de intrigas.

Eso le permitiría dar la batalla y sobrevivir políticamente, bien con su candidato o bien al negociar con Los Pinos el arribo de José Ángel Córdoba, quien sólo de la mano del olivismo podría hacer crecer su proyecto.

En cualquier caso, el mandatario está obligado a tomar decisiones. El peor camino, el seguido hasta ahora, es el de la posposición y el desentendimiento. De una u otra manera, se aproximan días intensos.

Botepronto

Por vía Express, Miguel Salim y Luis Ernesto Ayala se exculparon de la responsabilidad de las filtraciones que han crucificado al círculo íntimo de Juan Manuel Oliva.

Lo hicieron, por cierto, en la columna editorial del mismo periódico que se ha beneficiado con este WikiLeaks doméstico. Así, qué chiste.





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