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Diego y AMLO, pensarlo ya

In Botepronto on junio 6, 2018 at 3:58 am

Los tambores de guerra suenan más fuerte que nunca en el terreno electoral, pero ello no debe hacer olvidar lo que se viene; un político con visión siempre debe estar revisando todos los escenarios y más en los tiempos que corren.

De acuerdo al escenario más probable, si atendemos encuestas y previsiones de analistas y expertos, los próximos seis años en Guanajuato tendremos un gobernador del PAN joven y poco experimentado, mientras en el país tendremos un presidente situado en una vertiente de izquierda, entre social y populista, de gran veteranía.

¿Qué producirá esa combinación? Veamos.

El calor de la campaña no puede ser el mejor momento para juzgar. Hoy, Diego Sinhue Rodríguez está situado en la coyuntura de no romper con Miguel Márquez y de tratar de impulsar al máximo a Ricardo Anaya, por lo que su discurso hacia Andrés Manuel López Obrador es comprensiblemente beligerante. Eso cambiará después del primero de julio.

AMLO, por su parte, está obligado a meter el acelerador en Guanajuato, entidad donde ha sufrido derrotas humillantes en las dos pasadas elecciones. Por ello no puede dejar de atacar al gobierno panista local, al mismo tiempo que impulsa una fuerte campaña de cooptación de cuadros de todas las fuerzas en el  escenario. Es algo que también la elección cambiará.

¿Podrían Diego Sinhue y López Obrador desarrollar una relación fructífera para los habitantes de Guanajuato? No debería ser difícil, pero depende de varias circunstancias.

Aunque el candidato panista ha dicho que los estados del centro del país pueden integrar una especie de clúster político que frene a López Obrador, lo cierto es que lo más conveniente para todos será la colaboración, más que el enfrentamiento.

Para empezar se encuentra el tema de la seguridad, agravado en toda la región y que sin el apoyo del gobierno federal no saldrá adelante. Aunque actualmente el gobernador Miguel Márquez y sus funcionarios del área se complacen en lanzar acusaciones sin ton ni son, lo cierto es que en Guanajuato hay presencia del ejército mexicano, a través de tropas regulares y de la policía militar.

Sería terrible que no estuviera esa fuerza de tarea en el estado y que solo estuviéramos librados a la actuación de las policías estatales y municipales. Quizá el respaldo federal deba incrementarse y la coordinación mejorarse, pero no se puede pensar en prescindir de él.

Otro aspecto a tomar en cuenta es el del desarrollo económico. Las plantas fabriles de capital extranjero que ocupan amplias extensiones de la entidad requieren de la inversión federal en materia de infraestructura, de conectividad, de logística. Allí tampoco podemos rascarnos con nuestras uñas, como también ocurre en el tema educativo y en el de innovación.

Más delicada aún es la política social, donde el posible gobierno de López Obrador tiene su compromiso más fuerte. Guanajuato no puede quedar al margen ni dejar de coordinarse en un esfuerzo por unificar la política social y hacerla eficiente, si de verdad se quiere abatir la desigualdad.

En realidad los retos que tiene Guanajuato como parte integrante del país hacen que lo más deseable, lo menos gravoso, sea un trabajo de coordinación con un espíritu de franqueza entre el gobernador de Guanajuato y el presidente de la República, más allá de sus eventuales discrepancias ideológicas.

Si Diego Sinhue Rodríguez pudo pactar con el PRD y MC y deponer algunas de sus fijaciones programáticas de panista a ultranza, no se ve porque no pueda hacerlo con el gobierno de un López Obrador que ya se muestra muy desdibujado como hombre de izquierda.

Eso no quiere decir vender la dignidad ni incurrir en pragmatismo craso. El próximo mandatario de Guanajuato tendrá que calibrar las batallas que de verdad valgan la pena, sin que se caiga en la inútil práctica de quemar pólvora en infiernitos.

Aunque hoy todo sea esforzarse para la jornada del domingo primero de julio, no está de más que en alguno de los cuartos de guerra del candidato Sinhue se empiece a pensar en los escenarios del día después, cuando se despeje el olor a pólvora y haya necesidad de otear el horizonte de los años que vienen.

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