¿No se da cuenta el inteligente Alfredo Ling que ya representa, como decía José Emilio Pacheco, “todo aquello contra lo que lucho a los 20 años”?
Asegura Alfredo Ling Altamirano, ilustre prócer panista y cuadro histórico de ese partido actualmente a cargo del comité municipal en León, que Miguel Márquez no es responsable de la caída de los niveles de seguridad en Guanajuato y el auge de los asesinatos violentos en las calles de nuestras ciudades, debido a que “él no ha matado a nadie”.
Con semejante “razonamiento”, también podríamos decir que Márquez no tiene porque atribuirse los grandes logros económicos de nuestro estado, en virtud de que el mandatario no ha invertido personalmente en ninguna empresa, ni ha creado un puesto de trabajo con su peculio personal.
Las cosas, sin embargo, no son así. La orientación del presupuesto de Guanajuato, más de 75 mil millones de pesos, depende en buena medida del gobernador del Estado. El dinero que se destina a las diferentes actividades tiene margen de maniobra y, por si faltara, el gobernador tiene la facultad de adquirir deuda, como lo ha hecho.
Definir recursos para las tareas de prevención del delito, de combate a las adicciones, de fortalecimiento a la procuración de justicia y a la seguridad preventiva, son facultades de Márquez, como también lo es asignar recursos a la política de subsidios para el establecimiento de nuevas inversiones en el estado.
En ese sentido, la responsabilidad plena y absoluta de las políticas públicas es del Ejecutivo del Estado, una vez que el Congreso le ha aprobado los presupuestos presentados. Tratar de evadir esa responsabilidad cuando los resultados no son los deseados es no solo una banalidad, sino que podría incurrir en la negligencia reclamable legalmente.
Que los cuadros políticos del partido gobernante en Guanajuato se hayan convertido en una batería de repetidores de consignas para tratar de salvar al Ejecutivo de la crítica normal a cualquier gobernante cuando las políticas públicas fracasan, solo expone la degradación que ha sufrido el PAN como aparato de poder, asimilándose totalmente al PRI más rancio, al de la estulticia que representaban los fideles velázquez, las quinas y los jonguitudes.
Sin embargo, parece una estrategia absolutamente equivocada. El bono de credibilidad de que goza Miguel Márquez no saldrá fortalecido con la utilización de una cargada tan poco imaginativa, tan esclerotizada, como la que representan esta nueva especie de “fuerzas vivas” que solo sirven para que ratifiquemos, con el autocrítico Cervantes, que “segundas partes nunca fueron buenas”; y con Marx, que “la historia se repite dos veces, primero como tragedia y luego como comedia”.