La percepción de inseguridad corre desaforada en las redes sociales, mientras los esfuerzos del gobierno por dar tranquilidad, se mueven con lentitud en los medios tradicionales.
Ante el fracaso de la desinformación como método para comunicar en el terreno de la seguridad en Guanajuato, hoy se quiere apostar a un esfuerzo dirigido de persuasión hacia los ejecutivos de los medios de comunicación del estado, a fin de convencerlos de que en Guanajuato “las cosas están bien” , para que retransmitan el mensaje a sus audiencias.
Durante más de tres años, los titulares de la procuración de justicia, Carlos Zamarripa; y de la seguridad pública estatal, Álvar Cabeza de Vaca, optaron por un esquema de comunicación centrado en mensajes unidireccionales en Twitter, donde solo aludían a los aparentes triunfos de las fuerzas policiales de ambas dependencias, pero nunca explicaban los fracasos o los retrasos en sus tareas.
Sin recibir cuestionamientos o, mejor dicho, sin contestarlos, ambos responsables de la tranquilidad de Guanajuato, navegaban incuestionados en torno a temas como el de la evidente ineficacia de su programa Escudo comprado a un monto exorbitante y bajo un procedimiento absolutamente opaco.
Sin embargo, el escalamiento de los homicidios violentos en el estado, cuyo repunte inició hace más de un año pero que hizo crisis este verano, al mismo tiempo que Miguel Márquez se lanzaba a una gira de resonancias mediáticas y preelectorales por cuatro países de Europa y el Estado Vaticano, dejó en evidencia la pobreza de la táctica comunicadora en materia de seguridad.
La trascendencia de los hechos delictivos en las redes sociales ha escalado, sobre todo cuando han ocurrido ejecuciones en vías transitadas a plena luz del día. Las comunicaciones cruzadas en Facebook y Twitter, exponiendo fotografías, ocasionalmente videos, aportando y requiriendo información, muchas veces con versiones incompletas y exageraciones es un componente fundamental de la percepción vigente de inseguridad.
Es el antiguo boca en boca, pero elevado a la velocidad de la luz. Ante esa invasión de información y desinformación, que van de la mano, los medios de comunicación tradicionales quedan ampliamente rebasados, incluyendo los diarios digitales como este. A menudo, las fuentes de las publicaciones profesionales vienen de las propias redes sociales.
Por eso, cuando desde la nueva vocería de Miguel Márquez, operada de forma tan reactiva como errática por el periodista defeño Enrique Avilés, se selecciona una “estrategia” de comunicación consistente en encerronas con directivos de medios de comunicación para darles información supuestamente privilegiada, se está incurriendo en un grave error.
Incluso si se lograra el objetivo de persuadir a editorialistas y columnistas con las versiones oficiales que minimizan el impacto de los hechos, algo que se antoja difícil, salvo en casos muy localizados de genuflexión periodística ante el poder, muy poco podrían hacer esos medios ante la avalancha de las opiniones ciudadanas en las redes, sobre todo si continúan los impactos estridentes de la delincuencia.
Llama la atención que el fondo del asunto permanezca intocado: la elevación de los índices delictivos en Guanajuato, reflejados en diversos indicadores. Si se trabajara en ese sentido, haciendo un esfuerzo por depurar las policías de los municipios, en lugar de dejar solos a los alcaldes con el paquete; reconociendo las fallas de Escudo y buscando la manera de subsanarlas; y revisando cuáles de las políticas de prevención han funcionado y cuáles solo han sido dinero tirado a la basura, como los cursos y capacitaciones contratadas a los cuates, quizá otro sería el panorama.
Con la seguridad funcionando, las estrategias de comunicación pasarían a ser un asunto secundario y no primordial. Con la seguridad funcionando, no haría falta que el gobernador Márquez rompiera lanzas con la Federación asignando culpas y exigiendo mayor presencia de sus corporaciones.
Insisto, la mayor preocupación que surge de todo este conjunto de reacciones es la evidente ausencia de un plan de contingencia para enfrentar las circunstancias. Mientras unos pelean, otros disfrazan la realidad y los peores quieren hacer relaciones públicas. Mientras eso hacen los médicos a cargo, en la mesa de operaciones el paciente se desangra entre convulsiones y taquicardia.