El testimonio de empleada herida evidenció que la empresa Gopak y del municipio de Guanajuato mintieron sobre la altura del desplome de la cabina, ¿en qué más lo harán?
A más de dos semanas del accidente ocurrido en uno de los principales atractivos turísticos de la ciudad de Guanajuato, Patrimonio de la Humanidad de acuerdo a la Unesco, la autoridad municipal ha sido incapaz de hilvanar un discurso coherente para hacerse cargo de la delicada responsabilidad que significa supervisar la calidad de un servicio de esa naturaleza.
Quitado de la pena, el presidente municipal, Luis Gutiérrez, pretende contratar a un “experto en malacates mineros”, en estos tiempos donde la especialización lo es todo, para que dictamine las condiciones del aparato y su funcionamiento en el futuro. Además, el contratado es amigo personal del alcalde, es un profesionista semiretirado y será pagado con fondos del municipio.
Por si algo faltara, el propietario del funicular, Eduardo Knapp, es un exalcalde de Guanajuato, fue uno de los apoyos importantes para que el actual alcalde fuese postulado y ganara la elección y su hermano, Sergio Knapp, es el director de Desarrollo Urbano actualmente.
Y, en el colmo de colmos, a diecisiete días del suceso que cobró una víctima por fortuna no fatal, aún no se realiza una sola acción lejanamente parecida a un peritaje para determinar la causa del accidente, si este se debió a falla de mantenimiento y si hay responsabilidad de la empresa en los hechos.
En ese lapso, muchas cosas pudieron haber sido modificadas en las evidencias que dejó la caída del funicular, lo que imposibilitará el deslinde de responsabilidades.
Por lo pronto, la empleada lesionada, Nancy Aracely Ochoa, quien convalece con una delicada fractura múltiple de pierna, se decidió a hablar con los medios de comunicación tras haber sido severamente advertida por Knapp de que no lo hiciera, para después desaparecer sin definirle su situación en los próximos meses, cuando deberá realizar una larga rehabilitación.
Y lo que dijo es muy grave: el testimonio de la única persona que estuvo en el evento, contradice las versiones oficiales tanto de la empresa como de la dirección de protección civil municipal, que la convalidó: la cabina del funicular cayó no de “10 o 12 metros”, sino de más de 50.
¿Cuál es la diferencia? La principal es la mentira que pone aún más en contraste la ausencia de un peritaje serio y profesional que deje en claro cómo falló, porqué fallo y si se pudo evitar. Y si Eduardo Knapp mintió en eso, ya lo puede hacer en cualquier otra cosa
En ese artefacto subían a diario cientos de personas y miles en la temporadas turísticas. Con más pasajeros, el peso podría haber producido consecuencias fatales y dañado seriamente el prestigio turístico de la ciudad, todo por la incuria de un empresario de dudosa ética y nula responsabilidad social.
De haber sido así, seguramente no estaría el presidente municipal inventando soluciones pueblerinas y pagando el costo de la ocurrencia con dinero público. Peor aún, la tragedia lo habría encontrado de vacaciones, en el colmo de los colmos.
¿Cómo podemos aspirar a ser una potencia turística seria, cuando las situaciones más delicadas se resuelven haciendo diablitos y contratando al “experto” que se tiene a mano, al que se conoce, al compadre?
A los políticos parece que no les importa proteger a los ciudadanos que les pagan, ni a la ciudad que defienden en discursos. Les importa solo protegerse entre ellos: “hoy por tí, mañana por mí”.
Y luego se asombran del desprestigio en el que están sumidos, de que se les considere un lastre social, de que solo voten por ellos sus acarreados y quienes no tienen de otra que vender su voto.
Habrá alguien que se quiera subir de nuevo a ese funicular cuando lo vuelvan a echar a andar sin habernos explicado lo que pasó y con una certificación del ingeniero Estanislao Zárate, por cierto, destacado miembro del PAN, de que ya está todo arreglado. Yo paso.