Cuando pretendía la dirigencia estatal del PRI, sus palabras eran agresivas en defensa de los derechos de los priistas. En León habló abiertamente en contra de la posibilidad de que un expanista como José Ángel Córdova fuera candidato; incluso criticó las alianzas con el PVEM.
Eso quedó atrás. Santiago García López, el dirigente estatal del tricolor, a quien su radicalismo y las ayudas de Gerardo Sánchez García y Bárbara Botello Santibáñez le valieron para arrasar en la elección interna, está hoy volcado en un pragmatismo que se antojaría grosero si no fuera, simplemente, banal.
A la búsqueda de rascar unos cuantos votos más en una plaza que tiene perdida por goliza, como es Salamanca, no ha dudado en revivir las aspiraciones de la exdiputada local Rosario de la Vega Mayagoitia, quien terminó sus días de legisladora apestada por su partido y entregada al PAN.
La salmantina canjeó su voto a favor del PAN para penalizar el aborto en todas sus modalidades mediante el expediente de sumarse a la aprobación de la reforma constitucional que garantizó la vida desde la concepción, para otorgar al PAN los votos que le hacían falta la mayoría calificada, junto con Anastacio Rosiles, diputado por Moroleón.
Hay quien asegura que De la Vega actuó en razón de conciencia votando “a favor de la vida”, al ser una reconocida militante seglar de la orden de los Legionarios de Cristo. Sin embargo, el argumento se cae por su peso ante el hecho de que Rosario de la Vega canjeó su voto por una canonjía nada despreciable: un puesto de Consejera de la Judicatura en el poder Judicial del Estado, que le significó cuatro años de un sueldo de 145 mil pesos mensuales.
En la posición de De la Vega hubo dolo y felonía: nunca avisó de su postura a sus compañeros de bancada y los sorprendió con un voto que había negociado bajo la mesa con el PAN y a espaldas del PRI. En ese momento, el resto de los legisladores solicitaron formalmente la expulsión de rosario de la Vega y Anastacio Rosiles a su dirigencia nacional, un trámite que finalmente no se concretó, perdido en el marasmo burocrático del priismo.
Hoy, el hecho de que la administración de Justino Arriaga se encuentra lastrada por escándalos de corrupción, le hace pensar a los asesores de Santiago García, que una candidata del corte de Rosario de la Vega puedas darle una cierta ventaja electoral al PRI, sobre todo por su cercanía al PAN.
Algo similar pasa en Celaya con la candidatura de Fernando Bribiesca Sahagún que, aunque viene formalmente del Panal, su adscripción familiar lo acerca al panismo por la vía de sus progenitores. Incluso, su primera opción para buscar la candidatura a la alcaldía de Celaya fue el PAN.
En todo caso, no se entiende la animadversión de la dirigencia priista en contra de la posible candidatura de Córdova Villalobos en León, cuando están impulsando a filopanistas de mucho menor perfil en otros municipios del estado.
En realidad, la única explicación es que no tienen manera de imponerse a las filias y las fobias de la alcaldesa Bárbara Botello Santibáñez quien les tiene completamente tomada la medida a Santiago García y su equipo.
Lo lamentable es que una posición de pragmatismo resulte tan contraproducente, cuando por definición las decisiones prácticas se toman en búsqueda del éxito y sacrificando los principios.
Todo apunta a que el PRI podría perder León por negarse a conciliar con el Verde una candidatura distinta a la decidida por el capricho de la alcaldesa Botello; pero también perder Salamanca con una panista de conveniencia que poco tendrá que hacer frente al muy probable candidato del panismo arriaguista: el joven Antonio Arredondo Muñoz, paradójicamente de ascendiente priista por vínculos familiares.
Si además de ello, la apuesta por Fernando Bribiesca no funciona en Celaya, el fracaso habrá sido completo y, lo que es peor, Santiago García López morderá el polvo no por haber intentado cumplir su promesa, sino por incurrir en lo mismo que condenó tan vehementemente cuando era solo un voluntarioso candidato que buscaba reivindicar el vapuleado ánimo de los priistas de Guanajuato: los pactos con el adversario panista.