Miguel Márquez Márquez está a tres meses de completar su segundo año como gobernador de Guanajuato. En breve comenzará los prolegómenos de la elección de 2015, justo la que divide en dos su mandato y le marcará el carácter de su cierre de sexenio con una nueva Legislatura y la segunda camada de alcaldes.
¿Cómo arriba a esta circunstancia? Sin duda ha consolidado su liderazgo al interior de su gabinete, donde muchos de sus integrantes, que fueron sus homólogos el sexenio pasado, aunque le obedecían no lo respetaban del todo como conocedor de los temas.
Hacia el exterior, en cambio, las cosas parecen más complicadas. Hoy el mandatario enfrenta una agenda impuesta desde grupos de presión exteriores que le han obligado a oscilaciones en temas como los derechos humanos, las políticas de equidad de género, la educación, la gestión del seguro popular.
Por si algo faltara, los tiempos políticos se han adelantado y desde su propio partido, pero también desde la oposición, aumentan las exigencias.
Hace tiempo Miguel Márquez no ve pasar semana sin que se presente un reclamo desde la alcaldía de León, una crítica de legisladores de la oposición priista o ecologista desde el Congreso, una protesta por abusos contra mujeres o niños, quejas contra la procuración de justicia, señalamientos de incremento a la actividad delictiva en el estado.
Decidido a no tener un secretario de gobierno profesional, parece que mayormente por desconfianza, se las arregla con su amigo, el ex alcalde de San Francisco del Rincón, Antonio Salvador García, quien brilla por su ausencia en la gestión de la agenda conflictiva del estado.
Por si algo faltara, ahora también tiene encima a las diferentes corrientes de su partido buscando su arbitraje para equilibrar fuerzas entre los partidarios de Juan Manuel Oliva y Fernando Torres Graciano, los fieles de Luis Alberto Villarreal y sus propios cercanos.
Márquez decidió evitar el conflicto de una lucha abierta por la renovación de la dirigencia estatal del PAN, acogiéndose a la fórmula de una extensión de mandato al actual presidente, Gerardo Trujillo, lo cual le ha colocado por lo pronto en la esfera de decisiones del nuevo CEN panista, controlado absolutamente por Gustavo Madero, quien no ve al mandatario guanajuatense como uno de los suyos.
Además, para mayor complicación, las agendas se contaminan. El reclamo de las organizaciones no gubernamentales de defensa de los derechos de las mujeres ha motivado una contraofensiva de las hasta ahora adormecidas fuerzas de la ultraderecha, siempre presentes en Guanajuato de la mano del clero católico y de un sector nada desdeñable del panismo.
Márquez quiso desplazar la preeminencia que Juan Manuel Oliva le dio a las corrientes conservadoras en su gobierno, tanto en la Secretaría de Educación como en el Instituto de la Mujer Guanajuatense. Hoy se lo cobran atacándolo por haber firmado un memorando de entendimiento con la ONU, el cual se extrapola sin lógica alguna (como acostumbran estos grupos) como un acuerdo en pro del aborto.
No es ajena a esta emergencia la mano de un político que fue desplazado por el grupo en torno a Márquez en el sexenio pasado: el poderosos secretario de gobierno de la primera época del olivismo, Gerardo Mosqueda, quien en dos ocasiones retó abiertamente a Márquez: al sumarse a la precampaña del doctor José Ángel Córdova en las internas panistas; y, ya en la elección constitucional, al tomarse una simbólica fotografía en la víspera de los comicios con Juan Ignacio Torres Landa el aspirante priista.
Es época de asedios. Si a ello se le agrega la circunstancia preelectoral del PAN, las decisiones sobre candidatos, la oportunidad de postular aspirantes externos o ciudadanos, todo ello sometido al arbitraje final del gobernador, el panorama se muestra complejo.
Este podría ser el momento ideal para empezar a pensar en una seria reestructuración del gabinete, que esta vez debería tocar más que las subsecretarías y las descentralizadas y no esperar hasta el fin de año.
El tema por ahora no es solo mejorar la dinámica del equipo marquista, en el que abundan las “áreas de oportunidad”, si se quiere persistir en el eufemismo. Más allá de eso, la ocasión es para relanzar al gobierno dentro de un plan más integral, que contemple los escenarios de las candidaturas, sobre todo en los municipios del corredor industrial.
El tiempo del aprendizaje ya pasó. Es evidente que Márquez ha debido rectificar muchas de sus impresiones iniciales. Hoy su percepción del gabinete debe ser muy distinta a cuando realizó las designaciones. Los cambios que se requieren ya no tienen que ver con simpatías o antipatías, sino con la prudencia de saber quien puede hacer un trabajo competente y quien, por más que se esfuerce, no lo hará nunca.
Pareciera demasiado pronto, pero los cambios que se operen en estos tiempos serán los que prepararán el aterrizaje de los últimos años de este gobierno.
Pareciera demasiado pronto, pero los cambios que se operen en estos tiempos serán los que prepararán el aterrizaje de los últimos años de este gobierno.