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El gobernador en su laberinto

In Botepronto on mayo 5, 2014 at 3:23 am

Los temas de la equidad de género, de la lucha en contra de la violencia hacia las mujeres, de la protección de las víctimas, son asuntos que el gobernador de Guanajuato, Miguel Márquez Márquez no sabe cómo abordar.

El panista, educado buena parte de su juventud en un seminario diocesano y proveniente de una tradicionalísima familia católica de Purísima del Rincón, no acaba de comprender los discursos contemporáneos sobre la necesidad de afianzar políticas públicas que propicien la igualdad de hombres y mujeres.

Márquez no tiene rubor alguno en acudir a frases tan ambiguas, tan superadas, tan patriarcales y tan machistas como la de que “a la mujer no se le toca ni con el pétalo de un rosa”.

Esa es su educación personal en el tema del género y no le preocupa asumir una posición de Estado, le basta con su leal saber y entender, con los alcances de su “sentido común”.

Por eso, parece sentirse agraviado cuando desde distintos sectores de la sociedad civil, sean analistas, representantes de organizaciones no gubernamentales o activistas, se le exigen acciones, proactividad, aplicación de leyes. El gobernador Márquez identifica todo eso con “cuestiones ideológicas y partidistas”.

Y trata de responder, no con acciones lamentablemente, tampoco con una revisión de sus instancias públicas ni de sus políticas de actuación, sino con cañonazos de propaganda, con medidas cosméticas, con apariencias.

Rodeado de un equipo de asesores y consejeros mediocres, preocupados por el salario y no por la proyección del gobierno del que forman parte y mucho menos por la realidad de Guanajuato, tan lacerada, tan deficiente, tan llena de “oportunidades”, Márquez no recibe ideas, no recibe observaciones realistas, no cuenta con respuestas imaginativas y políticamente solventes.

Las ocurrencias están a la orden del día en esta pléyade de Yes Men cuyos servicios deberían ser revisados con lupa, ante sus lamentables resultados: Miguel Márquez está a punto de cumplir ocho meses inmerso en la polémica, local y nacionalmente, por la ausencia de políticas afirmativas eficaces en materia de equidad y atención a la violencia de género.

Desde que inició el caso Lucero Salcedo, con su cauda de errores, omisiones y hasta conspiraciones, si nos atenemos a la resolución de la CNDH, el gobierno de Guanajuato ha inventado la creación de un Consejo de Prevención, un convenio con la ONU, una certificación laboral de equidad de género y por lo menos dos intensas campañas en medios.

Todas esas acciones, a un costo nada modesto, no logran detener los casos de violencia hacia mujeres, ni superar las deficiencias del ministerio público, ni hacer aparecer al casi inexistente Instituto de la Mujer. Mucho menos logran convencer de la existencia de un compromiso de fondo para combatir la violencia contra las mujeres.

Por ello, les continúan estallando casos en las manos que, una y otra vez, evidencian la falta de protocolos, la ausencia de compromiso, el nulo ánimo de corregir lo que se hace mal.

Y la única reacción que se pone en evidencia es la convicción cada vez más firme de Miguel Márquez de que se encuentra enfrentado a una conjura, de que hay un plan para desprestigiarlo, de que enemigos políticos e ideológicos lo quieren postrar, mientras el realiza un gobierno que a sus propios ojos se aprecia como transformador, emblemático y, sobre todo, muy bien intencionado.

Todo indica que no habrá manera de cambiar esa óptica, por lo que este gobierno seguirá tropezando con la misma piedra, lo cual es la peor forma de hacer política.

Y, sin duda, hay una conspiración: sólo que la encabezan los asesores del propio Márquez, algunos de los cuales logran ver atisbos de la realidad, pero no se animan a llevarle la contra a su patrón: ¿qué horas son? Las que diga Usted.

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