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El lastre de los políticos de doble discurso

In Botepronto on julio 30, 2013 at 8:35 pm

La llegada de la alternancia y una cierta oxigenación democrática al país, no mucha por cierto, ha espabilado a la sociedad y le ha hecho desarrollar herramientas más críticas para acercarse a la vida pública. Gracias a eso podernos darnos cuenta del peso muerto que significa el doble discurso en la política.

Por eso, resultan patéticos los intentos de los políticos de nueva hornada por tratar de justificar su ineficacia apelando a consideraciones que nunca hubieran permitido a sus adversarios políticos cuando eran oposición.

Las dos principales ciudades del estado se encuentran gobernadas por representantes de lo que podrían ser consideradas las reservas de crédito de la clase política: una mujer y un joven.

Sin embargo, no obstante tratarse de estamentos políticos que desde hace mucho piden oportunidades frente a la clase política tradicional, misógina y patriarcal, resulta lamentable como los vicios de la política que tanto le repugnan a la sociedad, se reproducen en estos nuevos integrantes de la familia gobernante.

Hemos comentado en varias ocasiones como la alcaldesa de León, Bárbara Botello, se escuda en justificaciones que, probadamente, ella no toleraba cuando era oposición, frente a fenómenos como el alza de la actividad delictiva en León.

Cuando fue diputada priista, Botello encabezó un movimiento de reclamo de información y de comparecencia de la entonces secretaria de Seguridad del Estado, Laura Arellano, ante la presencia de las primeras evidencias de actividad delictiva de alto impacto en Guanajuato.

Cuando el gobierno de Juan Manuel Oliva se negó a permitir la comparecencia de la funcionaria estatal, con la complicidad del líder del Congreso, el panista Gerardo de los Cobos, Bárbara Botello se plantó en las oficinas de la Secretaría de Seguridad, ostentando su representación legislativa y reclamando ser puntualmente informada de las cifras sobre la delincuencia en el estado.

Esa acción motivó que, a los pocos días, Arellano renunciara de forma intempestiva a la cartera que ostentaba, constituyendo esa secuela un rotundo triunfo político para la combativa legisladora priista.

En su campaña, Botello ofreció que se haría cargo de las deficiencias de seguridad de las administraciones panistas de León. Su oferta fue sencilla y contundente: “Seguridad en las colonias, tranquilidad para todos”.

Por eso, hoy que las cifras de la inseguridad crecen a pasos agigantados en León, duplicándose en algunos meses con las del año anterior, resulta absolutamente incongruente que la administración de Botello se quiera escudar en tendencias del pasado al que precisamente ofrecieron corregir; en lo mal que recibieron las cosas; en la falta de apoyo del gobierno estatal o hasta en una disputa sobre las cifras de los hechos delictivos registrados.

Llegaron a gobernar y a corregir errores, no a dar disculpas. Si hoy Bárbara Botello fuera opositora, criticaría acremente conductas como las que está teniendo su administración.

Algo parecido, o quizá peor, ocurre en Irapuato con el joven alcalde Sixto Zetina, de apenas 27 años de edad. Ya se ha dado a conocer que Zetina escapó en un viaje, sólo explicable por frivolidad e irresponsabilidad, a Europa, donde permaneció virtualmente incomunicado.

Aún no cumple un año de gobierno, su administración se desgasta por un manejo de imagen centrado en la superficialidad; la opinión pública empieza a darse cuenta de que ha entregado el manejo de decisiones importantes del gobierno a asesores formales e informales que responden a intereses ajenos a los de la administración.

Y con todo eso, decide tomarse unas vacaciones de pachá en un crucero, justo en la temporada de lluvias, cuyo pronóstico seguramente consultó para el mar Báltico pero no para la ciudad a la que gobierna como haciéndole el favor.

Lo mejor es cuando regresa, tras haberse puesto en evidencia su irresponsabilidad, su respuesta no es la del político de altos vuelos que sueña ser, sino la  del burócrata sorprendido en falta que inventa justificaciones: pide no politizar su ausencia, rechaza dar explicaciones y afirma que siempre estuvo en contacto con sus subordinados, entrando en contradicción con la secretaria del Ayuntamiento, Lorena Alfaro, quien aseguró no saber dónde se encontraba.

¿Habría tolerado Sixto Zetina una respuesta así de un alcalde priista cuando era un combativo diputado federal? Seguramente no y sería materia para enderezarle una buena crítica.

Ese es el problema de fondo, en todos los partidos y de todos los políticos, veteranos, jóvenes, hombres y mujeres: son muy buenos cuando se trata de desacreditar a sus oponentes en la búsqueda del poder, pero cuando se trata de resolver los problemas y las actitudes que criticaron, entonces se vuelven enormemente autocomprensivos y hasta autocompasivos.

Persistir en ese tipo de política es condenarnos a un círculo vicioso, el mismo que nos tiene donde estamos, con todos los indicadores de bienestar de una sociedad a la baja y sin nadie con la valentía suficiente para romper los paradigmas.

¿Debemos desde la sociedad ser comprensivos y compasivos con los políticos que nunca supieron donde se metían? ¿O, en cambio, debemos exigirles que sean congruentes con lo que ofrecían cuando iban con su mejor sonrisa a pedir los votos de los ciudadanos?

Yo, en particular, creo que lo segundo, aunque resultemos una molestia intolerable para los políticos y sus partidarios.

  1. Es una pena que nuestras dimensiones políticas se encuentren tan disociadas. Como ciudadanos nos vemos obligados, necesitados, de ser cada vez más aprehensivos y vigilantes en asuntos de interés público; sin embargo no es una postura que seamos capaces de mantener en el momento en que tomamos puestos de responsabilidad dentro o fuera del gobierno. Como consecuencia de una mayor información y participación pública la frontera entre ambas dimensiones es cada vez más borrosa sin embargo eso no parece mejorar el desempeño de los actores públicos. Considero un gran avance en el D.F. (mi ciudad) la instauración de los comités vecinales (por citar el escalafón más bajo de esta participación política) pero rápidamente se han viciado y estas elecciones destacaron por su opacidad.

    Sería una pena que la “solución” radique en generar mecanismos de vigilancia permanente de los funcionarios. Pasaremos de ser ciudadanos y políticos al mismo tiempo a ser una sociedad-burocracia anquilosada y permanentemente en conflicto en lugar de encontrar cómo fomentar los valores éticos y políticos necesarios.

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