Muy poco tiempo para tantos ajustes de cuentas. La presidenta municipal de León, Bárbara Botello Santibáñez, no es una constructora de equipos, como se ha visto a lo largo de su carrera política. Esa circunstancia hace crisis hoy en la administración que encabeza.
La batalla ha arreciado en medio de un recrudecimiento de egos, de animadversiones personales, de conflictos extra institucionales.
La víctima propiciatoria en la que parece convertirse la presidenta del DIF, Azul Etcheverri, no lo es tanto por su desempeño, como por el conflicto que parece enfrentar a su cónyuge, Germán Martínez, con la alcaldesa y con el tesorero Roberto Pesquera.
La filtración a un medio local sobre ciertos excesos en la nómina del DIF municipal no fue casualidad. Si bien hay gastos fuera de la norma presupuestal, no se trata de una situación a la que sea ajeno el resto de municipio.
Tan sólo habría que ver como ha crecido la plantilla del staff presidencial, donde ahora hay cocineros, meseros, un decorador, una maquillista y peinadora, para apreciar que la austeridad en la gestión de Botello es como la transparencia para Miguel Márquez: un eslogan propagandístico.
El socavamiento de la imagen de la presidenta del DIF municipal, no provino de una genuina preocupación por el manejo de los recursos en el DIF, algo que hubiera podido realizarse sin llegar al escarnio público.
Por otra parte, el periódico que hace el “descubrimiento”, A. M. , se ha caracterizado por llevar la mejor de las relaciones con la administración Botello y tiene el privilegio de la información de primera mano sobre todas las andanzas de la alcaldesa, sobre todo sus continuas visitas de gestión a la ciudad de México, que se despliegan en sus columnas editoriales.
En ese entendido, las revelaciones sobre los excesos en el DIF no podían haberse publicado sin el visto bueno de por lo menos dos personajes: la propia alcaldesa Botello y el tesorero Roberto Pesquera, los mismos que filtraron a ese diario, los pagos realizados por Ricardo Sheffield a la fundación presidida por Carlos Medina Plascencia.
La gran pregunta es: ¿qué pasó? La relación entre Germán Martínez, Roberto Pesquera e Ignacio Ramírez había logrado tender una exitosa red de control sobre muchas de las decisiones de Bárbara Botello, a grado tal que la alejaron de su grupo original de apoyo y propiciaron rebeliones como la del regidor Aurelio Martínez.
El nuevo conflicto no es entre barbaristas nuevos y antiguos, sino que se da en el grupo compacto de empresarios con ambiciones políticas que ha venido soñando con el proyecto de hacer de Botello un proyecto político hacia el 2018.
Germán Martínez, por ejemplo, fue el responsable de recaudar recursos para la campaña del 2012, pasando la charola entre empresarios, con éxito por cierto.
La situación que se vive en estos momentos en el entorno de la alcaldesa que logró recuperar León para el PRI puede ser determinante para el futuro, pues dejará en claro si Bárbara Botelloya aprendió a superar conflictos y puede mantener unido a su equipo. O si la vence la prueba del poder.