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Jaime Oliva y Alfonso Barajas: los ángeles caídos

In Botepronto on enero 25, 2013 at 3:56 am

Sin duda la designación de Sebastián Serra, un leonés que ha mostrado competencia académica y administrativa en el ámbito universitario a nivel nacional, como nuevo director del Instituto de Cultura de León, es un acierto de la nueva administración de la ciudad.

Sin embargo, como suele ocurrir en nuestra desastrada vida pública, ninguna noticia buena deja de venir acompañada de una mala.

La permanencia al frente del Consejo del ICL de Alfonso Barajas Medina, un empresario de la construcción con algunas diletancias culturales pero una pésima capacidad de planeación, amenaza con mediatizar el funcionamiento del organismo.

No es una presunción. La última reunión del consejo, realizada esta semana, muestra los conflictos a los que se enfrenta el nuevo director.

Los recursos para la cultura resultan siempre limitados, sin embargo, de pronto ocurren gestiones que derivan en presupuestos adicionales con fines específicos.

Así ocurrió con el caso relatado ayer en Zona Franca de una escultura que fue promovida y financiada mediante un recurso gestionado por el ex diputado Jaime Oliva Ramírez, la cual sería colocada en la Plaza de San Miguel, del barrio del mismo nombre.

El diputado, oriundo precisamente de esa zona de la ciudad, probablemente quiso dejar un legado, pero se excedió al lograr el recurso etiquetado y definir al escultor que realizaría el trabajo: Adrián Gutiérrez. El Instituto de Cultura, entonces a cargo de José Luis García Galiano y totalmente sometido a la dictadura de Barajas, se embarcó en el proyecto.

Pero el diablo, como siempre ocurre, aparece en los detalles. Los ángeles de acrílico, de cuatro metros de altura, se quedaron en embrión al carecerse de las autorizaciones del INAH, de Obra Pública del municipio y del Implan… nada más.

Por si algo faltara, en el presupuesto obtenido por Oliva, cuya familia parece tener debilidad por los ángeles gigantes, se les olvidó incluir el gasto de colocación, el pedestal, pues.

Ahora, el nuevo director del ICL está obligado a devolver el dinero no empleado a la federación, pero al mismo tiempo enfrenta el riesgo de una demanda del escultor. Entre tanto, Jaime Oliva, que regresó a la vida civil, debe estar haciendo como que la virgen le habla.

Caprichos, discrecionalidad, carencia de planeación, oportunismo político y decisiones a espaldas de su consejo son demasiados lastres para el organismo cultural de la ciudad, que de por sí navega en la inanición presupuestal.

Sólo resta la gran pregunta, tras este panorama que parece apenas la punta de un gran iceberg: ¿irá a ratificar Bárbara Botello a Alfonso Barajas?

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