Quizás el doctor José Manuel Cabrera Sixto pensó que lo más difícil ya había pasado, su elección como rector general en septiembre del año pasado, y que ya podía tirar su cuerpo a la hamaca, por ello no se preocupó mayormente de la selección de sus colaboradores en los primeros cargos de su equipo.
Así fue como apareció, a cargo de la dirección de Planeación y Gestión, Jaime Ramírez Robles, un doctor en ingeniería cuyo nombre hbaía estado muy vigente en la opinión pública de Guanajuato meses atrás.
En efecto, como titular de la dirección de Infraestructura Vial del Gobierno del Estado, Ramírez Robles fue sancionado por la Secretaría de la Gestión Pública y posteriormente cesado del cargo, por un procedimiento irregular efectuado en la licitación de un bulevar en el municipio de Salamanca, el cual permaneció inconcluso por las fallas de ese y otros funcionarios.
Ramírez Robles, junto con otros tres altos cargos de la Secretaría de Obra Pública, se encuentra litigando su inhabilitación. Sin embargo, aunque ese proceso continúa, ello no fue obstáculo para que Cabrera Sixto lo invitar a colaborar en la Universidad de Guanajuato en una función por demás estratégica: la planeación.
Ambos funcionarios, el rector general y su director de planeación, son amigos desde los tiempos en que el primero ejercía la titularidad de la Escuela de Ciencias Agrícolas de la propia UG en Irapuato. El criterio que contó más para su incorporación al equipo del nuevo rector fue el de la amistad, de lado quedó el peso de una inhabilitación de la entidad encargada de vigilar la correcta aplicación de los recursos públicos.
Se trata sin duda de una muy mala señal enviada por el nuevo rector general, a la que rápidamente se han sumado otras, para dar la idea de que la nueva administraciónd de la Universidad de Guanajuato tiene la vista puesta en objetivos demasiados cortos. Mientras tanto, los retos de la institución se acumulan en el horizonte.