El obstáculo que permanece para que el PRI nacional resuelva la candidatura al gobierno de Guanajuato es el de la alcaldía de León. Conforma al plan torreslandista de emerger como aspirante formal con una formación de propuestas a las principales alcaldías del estado, lo que debiera ser una decisión autónoma y estratégica se ha convertido en una suma de conciliaciones, regateos e intercambios complejos.
Así es Juan Ignacio Torres Landa, ideosincrático y aferrado; así le aceptaron su plan en los centros de decisión de su partido; así será la campaña priista del 2012.
Y es que aunque otros aspirantes permanezcan lusionados o agazapados o atrincherados, lo cierto es que el retraso del surgimiento del candidato tricolor obedece a una sóla razón: los tiempos de Juani, lo que indica que es él y no ningún otro el elegido por Enrique Peña Nieto.
Sin embargo, en medio de esa decisión, hay una variante: el propio Juan Ignacio se ha encargado de sugerir que si Jorge Videgaray Verdad no es su candidato a alcalde de León, podría renunciar a la postulación que le aguarda.
Lo malo de esta postura es que Torres Landa suele cumplir sus amagos, como ya se vio en el rechazo a una candidatura segura al Senado de la República en 1997, que propició el regreso a esa Cámara de un sorprendido y gratificado José de Jesus Padilla.
Vaya caprichos del destino: Videgaray, quien en estos días puso tierra de por medio para evitar el asedio de Juan Ignacio Torres Landa, pretextando unas vacaciones en el Caribe, podría ser el causante, por segunda ocasión en seis años, de que aborte otra candidatura priista al gobierno del Estado. De alguna manera, ese debe ser un logro digno de ser registrado en el Guiness Record.