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Juan Manuel Oliva: el cierre

In Análisis Político on noviembre 7, 2011 at 4:00 am

Poco menos de once meses antes de que concluya el periodo para el que fue electo, Juan Manuel Oliva ha recompuesto el gabinete con el que inició en un 75 por ciento.  Sólo tres funcionarios de primer nivel, de los doce que conforman el gabinete legal, sigue en su cargo desde septiembre de 2006.

Se trata de Gustavo González Estrada, el titular de Finanzas y Administración; Alberto Diosdado Diosdado, de Educación; y Sergio Rodríguez Herrera, de Desarrollo Turístico. Coinciden estos tres secretarios en un alejamiento del primer plano, en todos los sentidos: no han sido protagónicos, tampoco han incurrido en escándalos y no muestran ambiciones políticas abiertas.

Llama la atención, en el caso de las nueve dependencias que han sufrido cambios, que los ex titulares de siete de ellas hayan estado, o estén actualmente, vinculados con proyectos personales de tipo político-electoral.

El ex secretario de gobierno, Gerardo Mosqueda, es hoy precandidato a suceder a Oliva y le acompaña en ese periplo su viejo asociado Baltazar Vilches, al que hizo secretario de seguridad. Miguel Márquez, que se desempeñó en Desarrollo Social, está en campaña por la misma candidatura; Genaro Carreño, a  punto de dejar SOP, dice querer buscar una diputación; mientras que José María Anaya sale de SDA con el pretexto de lograr una alcaldía o también una diputación federal.

En su momento, Daniel Chowell dejó la PGJE para ser candidato a alcalde de Guanajuato, donde no tuvo éxito; finalmente, Luis Ernesto Ayala se va de la Gestión Pública por muchos motivos, expuestos y ocultos, pero también ha hablado de sumarse a la inminente campaña de Miguel Salim por la alcaldía de León.

Como puede verse, Juan Manuel Oliva conformó un equipo intensamente militante, que premió méritos de campañas pasadas y que mantuvo expectativas de hacer otras en el futuro. En ese sentido, el profesionalismo de los encargados de las diversas carteras fue secundario ante su papel como panistas activos.

No suena descabellado localizar en ese perfil escogido por Oliva para seleccionar a quienes le acompañaron en el gobierno, el origen de muchos de los problemas que aquejan a la actual administración.

De aquí en delante, sin embargo, el tema será otro: ¿cómo blindar los pendientes de las diferentes dependencias, muchos de ellos sumamente comprometedores en términos políticos, para minimizar los flancos débiles ante la próxima campaña electoral?

Esa tarea corresponderá a los nuevos titulares de las dependencias, quienes están aceptando ingresar al equipo en una etapa que ya no tendrá mucho brillo, pero que exigirá un intenso trabajo de puertas adentro para descubrir los cadáveres en los roperos y darles una sepultura lo más decorosa posible.

Parte muy importante en esta tarea le corresponderá al secretario de Gobierno, Héctor López Santillana, quien tiene la peculiaridad de ser el único funcionario que ingresó al gabinete incluso desde antes del arranque del sexenio y se mantiene a la fecha, pero que cambió de adscripción pasando del área de desarrollo económico a la de control político.

Si López Santillana se decide a jugar con más riesgo y cuidar más el resultado del equipo que su propio físico, otra dinámica podría surgir en la administración olivista. La figura de jefe de gabinete, que no existe más en términos legales, podría muy bien ser asumida en los hechos por el secretario de gobierno, por su veteranía y por conservar un mayor rango de autoridad que los nuevos secretarios, muchos de ellos recién ascendidos desde el nivel de subsecretarios.

Pero, ante todo, para que las cosas funcionaran, el principal cambio tendría que darse en el propio titular del Ejecutivo, quien dejó muchos tramos de control sin supervisión con los funcionarios que se fueron del gabinete y, en el pecado, llevó la penitencia.

Si Oliva quiere resultados ciertos y medibles en las diversas áreas de la administración, sobre todo para establecer controles estrictos del cumplimiento de la normatividad, el buen uso de los recursos públicos y la correcta aplicación de las políticas vigentes, tendrá que delegar la tarea fiscalizadora en unas segundas manos confiables, evitando los favoritismos y la aplicación de raseros partidistas en la toma de decisiones.

Como, además, todo indica que el mandatario no abandonará su intensa agenda de proselitismo electoral en los meses por venir, más nos vale a todos que exista un responsable de cuidar el changarro ante lo que ya se vislumbra como una temporada de intensos enfrentamientos políticos, a todos los niveles, desde el municipal hasta el nacional.

A estas alturas, una decisión de ese tipo no parece formar parte de un abanico de opciones. Podemos decir, en vista de lo ocurrido en los tiempos recientes, que es un asunto que no admite dilaciones ni dudas.

Botepronto

¿Qué hacían los principales directivos de los sistemas de bachillerato y educación superior del sector estatal reunidos el viernes pasado en Comanjilla? Elemental, aportaban insumos para el proyecto que le preparan al alimón Juan Carlos López y Alberto Diosdado a Miguel Márquez Márquez.

Convocados bajo el pretexto de un diplomado sobre “Liderazgo”, directores y subdirectores de los Sabes, los Cecytegs, los Conaleps, las Universidades Tecnológicas, las Politécnicas y hasta algunas instituciones privadas, vieron con sorpresa como los sometían a dinámicas grupales para conocer su opinión sobre la creación de una nueva secretaría de Educación Superior.

Coordinados por Agustín Casillas, otro acólito del Yunque en la estructura de la SEG que cobra como subsecretario de Educación Superior sin que nadie se la crea, empezando por él mismo, los sufridos asistentes al hotel balneario nunca vieron llegar el prometido seminario.

En cambio, entendieron con toda claridad el mensaje que la estructura burocrática de la secretaría les quería trasmitir: el equipo saliente habla ya a nombre de Márquez, como si existiera un compromiso secreto de comisionarles la política educativa, incluso antes de que se resuelva la candidatura al interior del PAN.

Más pronto que tarde se hará necesario un deslinde del único aspirante panista que en sus primeros posicionamientos dejó en claro, sin que nadie se lo pidiera, que su visión se integra por un gobierno con “más PAN y menos Yunque”.

De lo contrario, de consecuentar esta imposición que en buena medida viene avalada, y no sólo por omisión, por el propio Juan Manuel Oliva, podría empezar a parecer que al muchacho alegre no le son ajenos los dobles discursos, precisamente algo contra lo que siempre ha marcado distancia.

arnoldocuellar@zonafranca.mx

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