En la búsqueda de conservar espacios de poder, o quizá de perder lo menos posible, la mítica organización ultraderechista en la sombra se encuentra exhibiendo la que con toda seguridad es la etapa más penosa de su historia.
Como todas las fuerzas políticas, el Yunque no se ha movido igual desde el poder que cuando carecían de él.
Aliados con los gobiernos de Carlos Medina y Vicente Fox, disfrutaban de espacios acotados de mando. Más tarde pasaron a ser dueños de una porción apreciable del pastel gubernamental con Juan Carlos Romero Hicks, apenas mediados por el grupo universitario.
Fue en este sexenio, bajo la égida de Juan Manuel Oliva, que se desplegaron a sus anchas en la nómina gubernamental, copando secretarías de estado, pero también direcciones, subsecretarías, organismos autónomos y todos los espacios a su alcance.
Ese florecimiento, paradójicamente, fue la base de la crisis que los tiene sumidos, al día de hoy, en la creciente amenaza de su expulsión de las mieles del poder que han disfrutado los últimos años.
Y, como mandan los cánones, la cuña que los ha frenado proviene de la misma cepa que les dio su fenomenal crecimiento. Fue la pugna entre Oliva y Gerardo Mosqueda, un prohombre del Yunque, motivada toda ella en el celo que despierta el ejercicio del poder, la que descabezó a la organización dentro del gobierno olivista y sembró innumerables confusiones.
Así, la llegada al poder del ala dura yunquista, abierta por el trabajo político en el PAN de uno de sus miembros menos radicales, el propio Oliva, originó una crisis de mando entre las jerarquías ocultas y las formales, que culminó con la toma de poder del gobernador y la expulsión de quien se ostentaba como una mano derecha y terminó siendo el más pesado lastre en el ejercicio del gobierno.
La crisis se manifiesta en toda su extensión con la pugna por la sucesión en el PAN. No obstante que Oliva parece haberse convencido de la inutilidad de batallar para respaldar a la débil candidata que ha mostrado ser Alejandra Reynoso, desde el gobierno por lo menos tres secretarios de despacho ocupan sus días en tratar de fabricar ese milagro.
Alberto Diosdado, protector de Reynoso desde su juventud y jefe de su hermana Ana Celia Reynoso Sánchez, quien despacha como secretaria técnica del funcionario, ha sido quien ha rescatado el proyecto tras los fracasos reiterados de Román Cifuentes Negrete, el secretario particular de Oliva. Ambos reciben el respaldo entusiasta del coordinador de Políticas Públicas del gobierno, Juan Carlos López Rodríguez.
Se suman, ya en carácter de operadores, los secretarios de Obra Pública y de Desarrollo Agropecuario, Genaro Carreño y José María Anaya, como si no tuvieran qué hacer, encargados de “convencer” a los consejeros panistas que son funcionarios públicos que le entreguen su voto a Reynoso.
Así, la crisis panista ha evolucionado de ser una confrontación de liderazgos a la amenaza de una profunda división en el gabinete olivista, con el mandatario de un lado y el núcleo duro del Yunque en el gobierno, activando contra una decisión política que ya tomó.
Sin embargo, la peor debilidad del proyecto yunquista, algo que Oliva leyó y por lo cual permanece pegado a la pared, se encuentra en la esencia misma del proyecto: la escasa presencia partidista y nula estatura política de la propia Alejandra Reynoso, lo que aunado a su filiación yunquista hace muy difícil que sus números puedan acrecentarse.
Todo este esfuerzo, coronado por las declaraciones beligerantes de la candidata, no han hecho más que resaltar la madurez y la ponderación exhibidas por Gerardo Trujillo, quien está jugando su mejor partido antes de saltar a la cancha.
Con todo lo que ocurre, no resulta descabellado pensar que el Yunque vive su etapa terminal, por lo menos como corriente influyente dentro del gobierno de Guanajuato. Lo más sorprendente de todo es que esa derrota resulte completamente autoinfligida.
Botepronto
Algo debe tener Guanajuato en estos días, al hacer coincidir en el lapso de una semana a tres de los más importantes liderazgos nacionales del país de los tiempos recientes.
Los tres tienen en común su origen priista. Dos de ellos transitaron luego al partido de izquierda más importante de la historia de México y ambos estuvieron a punto de ganar la presidencia de la República, en diferentes épocas. El tercero, es enemigo mortal de ambos, por lo menos en términos políticos y él si fue presidente.
Entre ellos, han vivido batallas épicas que marcaron la historia reciente del país.
Andrés Manuel López Obrador, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y Carlos Salinas de Gortari son los personajes que transitarán por Guanajuato, en días y lugares distintos, a partir de este domingo.
Es probable que esta vez los una, en sus respectivos discursos, un tema común: sus críticas al PAN, gobernante en estas tierras desde hace veinte años. Una historia, por cierto, a la que no es ajeno el expresidentes Salinas allá en los comienzos de la era azul de Guanajuato.