Justo cuando el oficialismo panista de Guanajuato se encuentra más ocupado que nunca tratando de dirimir sus diferencias internas, a sus rivales calderonistas se les ocurre entrar en su propia espiral de confrontación quizás para no quedarse atrás.
Desde un principio, los observadores atentos se percataron de que la semifinal informal a la que se le dio en llamar el pacto de la Loma, no era más que una manera sumamente imaginativa de atraer los reflectores sobre una corriente que no ha logrado perder su carácter minoritario al seno del PAN.
Ideada más bien por Ricardo Sheffield y Luis Alberto Villarreal, la operación táctica de simular una eliminatoria con criterios de medición de la opinión pública fue adoptada por Javier Usabiaga, quien prestó su aval moral; y comprada por José Ángel Córdova, el precandidato más cercano al presidente Felipe Calderón, el mejor posicionado en cuanto a responsabilidad pública y, a la vez, el menos dotado en la competencia interna del PAN.
Quizá el mayor reto de los pactistas, que a la vez pudo haber sido su principal error, fue la anticipación con la que montaron su espectáculo, lo que los ha obligado a dar un alargamiento artificial para sobrellevar los tiempos políticos, algo que a la postre puede diluir todo su esfuerzo.
Las encuestas y mediciones de diverso tipo, que sólo se han conocido por filtraciones producidas por los propios integrantes de este acuerdo, fueron concluidas hace varios meses. Se sabe, también por declaraciones informales de uno de ellos, el alcalde Sheffield, que el ganador indiscutible del sui géneris proceso es el secretario Córdova.
Resulta complicado, sin embargo, oficializar la conclusión de la eliminatoria y el nombre del ganador, toda vez que éste no se separará de su cargo, ni hará nada en lo inmediato que le de seguimiento al hecho político de haber resultado el elegido.
Por otra parte, a la terminación de la eliminatoria, la razón de ser del Pacto habrá concluido y difícilmente se podrá ver a Villarreal, Sheffield y Usabiaga integrándose al cuarto de guerra de Córdova y conformando su estado mayor, máxime cuando, por lo menos dos de ellos, empezarán a preocuparse por su futuro inmediato en la política e, incluso, a replantear sus alianzas.
Presentado como un esquema de efectos eminentemente mediáticos, de muy poca consecuencia al interior del PAN, el pacto de la Loma arroja importantes lecciones, entre ellas la de que lo accesorio nunca puede sobrevivir sin la suerte principal, en política y en cualquier otra actividad humana.
Carente de planeamientos estratégicos, sin objetivos más allá de los espacios ganados en los medios, sin un solo punto programático para impactar al PAN y mucho menos a la ciudadanía en general, el acuerdo de los calderonistas guanajuatenses se empieza a desnudar como lo único que fue: una ocurrencia que se pasó de tueste.
Lo delicado, que además era previsible, es que ahora se revierta el efecto causado en los medios, el único que se logró, al quedar en evidencia los desacuerdos entre los pactados, lo que dejaría a esta corriente más débil que cuando inició la aventura.
O puede ser peor aún: que ni siquiera subsistan como corriente.
Pensada como una forma de retar a una hegemonía largamente vigente en el panismo de Guanajuato, la confluencia de Córdova, Sheffield, Villarreal y Usabiaga, quien lo dijera, puede terminar subsidiando el desgaste del olivismo. Vaya historia.
Botepronto
La (in)cultura política de Guanajuato trasciende a los partidos. El PAN, como el PRI, comparten un gran desdén por sus cuadros políticos del pasado.
En el vecino estado de Jalisco, en estos días, el gobernador actual, Emilio González Márquez, y sus dos antecesores, Alberto Cárdenas y Francisco Ramírez Acuña, cerraron filas de cara a la inminente sucesión, sobre todo ejerciendo algunos vetos dentro del PAN.
Aquí resulta inimaginable pensar en que Carlos Medina, Vicente Fox y Juan Carlos Romero pudieran ponerse de acuerdo en algo, ejercer algún tipo de presión y, peor aun, que alguien les hiciera caso.
Los priistas que gobernaron reaparecen, de tanto en tanto, para la foto, como Luis H. Ducoing a quien se ha visto activo en el entorno de Gerardo Sánchez y de Juan Ignacio Torres Landa.
Sin embargo, nadie puede pensar que quiera algo más que la posibilidad de ser mencionado para una diputación, aunque sea en repechaje. Y hasta eso se ve difícil.
Aquí, como dice algún político aún vigente, a los ex gobernadores los colocan en un nicho… pero, si se bajan de él, los tunden con fervor. Y sin importar partidos.