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Fórum: ¡fuera máscaras!

In Botepronto on julio 20, 2017 at 4:07 am

Los consejeros ciudadanos están evidenciados como simples correas de transmisión de dictados del gobierno; impugnados por quienes dicen representar, han perdido su razón de ser.

Que medio centenar de personas decidan tomar el espacio público para manifestarse en defensa de su derecho a la cultura, es realmente un ejercicio inédito en Guanajuato y en buena parte del país. Que esa decisión se haga en rebeldía contra una decisión autoritaria emanada de un “Consejo Ciudadano”, es doblemente relevante.

La figura de los organismos ciudadanos, potenciada por los gobiernos panistas, parece haber concluido su ciclo, sobre todo a causa del factor simulación. Como no son elegidos más que por los propios funcionarios o por órganos gubernamentales controlados partidistamente, las asignaciones siempre tienen un margen de “seguridad”.

En ese sentido, los consejeros terminan representándose a sí mismos y a su posibilidad de ejercer influencia en los gobiernos que les requieren su participación. Por ello, el talante ciudadano termina por evaporarse rápidamente para dejar solo un juego de intereses, donde los que terminan predominando son los del gobierno, dueño de los presupuestos.

El desplegado, ya clásico a estas alturas, del Consejo Ciudadano del Fórum Cultural donde elige como línea argumentativa para explicar la destitución de Alonso Escalante la vía de las invectivas y los chismes de lavadero, define con claridad como se ven a sí mismos estos Consejos:

“La responsabilidad del Consejo del Fórum Cultural Guanajuato es, ante todo, preservar el manejo institucional de nuestro organismo con estricto apego a la ley y a una clara política establecida por el Gobierno del Estado, que está orientada, a través de sustanciales apoyos económicos, a promover, difundir y llevar a cabo las acciones culturales en sus diferentes manifestaciones al público guanajuatense y a la ciudadanía leonesa”.

La deplorable sintaxis, cortesía de todo el Consejo y avalada por el Gobierno en su totalidad, puesto que ni siquiera hay una firma de responsable de la publicación, permite entender la sicología antediluviana de los miembros del organismo.

En ningún momento los consejeros establecen un espacio para representar a los ciudadanos o siquiera escucharlos. Su tarea primordial es “preservar el manejo institucional”, con lo que queda claro que se sienten más parte del gobierno, que es la institución y no de la sociedad que está frente a ella. Primer tache.

Antes que recoger necesidades, sugerencias o iniciativas de “el público guanajuatense y la ciudadanía leonesa” (indiscernible la distinción a menos que el carácter de leonés otorgue prerrogativas que no da el de guanajuatense), los prohombres que usurpan la representación de la ciudadanía, se preocupan de la “clara política establecida por el Gobierno del Estado”.

Atención aparte merece el renglón de los “sustanciales apoyos económicos” del estado, los cuales por cierto nunca son suficientes, razón por lo cual los programas del auditorio Mateo Herrera, las exposiciones del Museo de Arte e Historia y los conciertos de la Calzada de las Artes son más esporádicos que los aguaceros de mayo.

La única razón de ser de un Consejo que resulta más empresarial que ciudadano estaría en que ese órgano se convirtiera en promotor de donaciones privadas para fortalecer la promoción cultural, pues el Fórum sigue siendo un espacio monumental que en muchas tardes se disfraza de elefante blanco.

No ocurría así con el Teatro, merced a la política personal de gestión de recursos de Escalante, algo de que lo que pueden rendir testimonio muchos diputados federales de diversas legislaturas y empresarios locales, que fueron convencidos por el hoy cesado funcionario, para realizar aportaciones en metálico y en especie sobre la base de  proyectos específicos.

Sin embargo, eso parece otro de los pecados de Escalante, probablemente ubicado en la críptica frase: “la tarea personalista, egocéntrica, despectiva, arrogante, conflictiva y aun falta de lealtad a la institución…”

Hoy, con el único apoyo de un gobierno estatal que se niega a dar la cara, aislados de su entorno social, criticados en los nuevos foros de expresión digitales, en los medios tradicionales y en los corrillos públicos, los hieráticos personajes que se suelen sentar en las privilegiadas butacas del segundo piso del teatro para no rozarse con esa muchedumbre que hoy clama por el regreso de Escalante y pide la renuncia de Arturo Joel Padilla son cualquier cosa, menos “ciudadanos”.

Qué pena da tanta soberbia, esa sí, adocenada con insensatez y desmesura. Pero, por otra parte, que bueno que esa misma combinación de fallos contribuya a desenmascarar a un mecanismo que en su momento permitió fabricar consensos pero que se ha convertido en una máscara de la simulación, un emblema del elitismo y un refugio de la ignorancia a la que ya ni el barniz de esnobismo le sirve.

Bienvenida la nueva imagen de los consejeros gubernamentales del Fórum. Durarán lo que dure el gobierno que los utiliza.

 

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