Para bien o para mal, la decisión del secretario de Obra Pública de Miguel Márquez sobre la construcción del HGR de León marcará el fin del sexenio, un término al que dicho funcionario bien podría no arribar.
Después de que el gobernador Miguel Márquez decidió recurrir a la deuda pública para obtener los 860 millones de pesos que requerirá la construcción de un nuevo hospital general en León, y de que diputados de todas las fracciones dieron su aval al proyecto, la fase ha entrado en zona de riesgo con la ligereza con la que maneja el tema el Secretario de Obra Pública Arturo Durán Miranda.
Tras la dificultad de obtener el financiamiento en una época de escasez y hacerlo además con consensos políticos, lo que debiera ser lo más fácil, se puede convertir ahora en la mayor complicación.
Con una irresponsabilidad que asusta, Durán Miranda justifica la deficiente licitación del “proyecto integral”, cuya confusión ya originó que los licitantes se disparen con diferencias de hasta un 40 por ciento en sus presupuestos, por la prisa de arrancar para terminar en 2017 la obra.
Por si algo faltara y atentando contra la inteligencia de la opinión pública de Guanajuato, el secretario de obras del gobierno estatal asegura que el “proyecto integral” por 860 millones, que no es ni llave en mano ni a precio alzado, sino un hibrido sin pies ni cabeza, ya lo probó en una obra educativa de ¡19 millones de pesos!
La colección de conceptos que englobó el catálogo entregado a los interesados en licitar la obra no incluye elevadores, para un hospital de 250 camas, pero si incorporó disparates como centenares de metros cuadrados de cristal emplomado especial para resistir radiaciones y centenares de “puertas para sanitarios”.
Ya fue necesario que en la junta de aclaraciones el propio Arturo Durán y el subsecretario de proyectos especiales, Manuel Venegas, salieran a descalificar su propio catálogo, pidiendo a los constructores “no hacerle caso” y centrarse en el costo de 860 millones de pesos, incluyendo ampliaciones y escalatorias.
En opinión de por lo menos 4 de las 10 empresas participantes, la convocatoria está mal hecha y no permitirá un fallo objetivo. La presunción que prevalece es que ya hay un ganador decidido de antemano y que los términos deliberadamente confusos de las cláusulas permitirán justificar la decisión en cualquier sentido que se de.
Las circunstancias políticas y personales que rodean a esta licitación no pueden pasarse por alto. Hasta hace pocos meses en el gobierno y en el gremio constructor se daba por un hecho la renuncia del secretario Arturo Durán, debido a un padecimiento incurable.
Si bien la salud es un tema personal, cuando afecta a un servidor público, responsable de importantes decisiones de interés colectivo, debería ser un tema abordado con absoluta transparencia, lo que no ha sido el caso.
Durán, sin embargo, decidió no renunciar casi al mismo tiempo que se definía la realización de esta obra, quizá la más importante de la administración de Miguel Márquez y con la que cerrará a tambor batiente su gobierno en la mayor ciudad del estado.
Sin embargo, el descuido con el que está realizada la licitación, algo que no cuadra con el profesionalismo y la puntillosidad del secretario, deja ver que o su capacidad se encuentra seriamente mermada o deliberadamente se está permitiendo la existencia de ambigüedades que pueden esconder una maniobra para orientar el resultado.
Si Durán Miranda se ve forzado a renunciar más adelante, por las mismas o por otras razones, quien sea su sucesor se verá enfrentado a hechos consumados y a la administración de un problema que puede ser irresoluble o implicar un encarecimiento que pude llegar a ser exorbitante.
Como un ejemplo de lo que puede ocurrir no hay que ir muy lejos. Allí está el ostentoso edificio del Congreso Estatal, que ha triplicado su costo, aún no puede ser terminado y ya consumió tres legislaturas desde que fue iniciado, además de que se ha prestado a pingües negocios de algunos diputados.
De resolverse como Arturo Durán y Manuel Venegas lo tienen planeado, quizá Miguel Márquez no vea nunca terminado el nuevo hospital como gobernador, pues las prisas de su todavía secretario de obras operarán justamente en sentido contrario de su intención manifiesta.
Pero es aún peor: las peores críticas en caso de cualquier complicación le estallarán al gobernador justo en los meses finales del 2017 y los iniciales de 2018, quizá cuando ya se haya decidido a participar en temas preelectorales y cuando esté definiendo su propia sucesión, en la parte que le toca. Entonces sí, Márquez se acordará de estos días, pero será demasiado tarde.