La larga estadía en el poder ha producido en el PAN de Guanajuato un fenómeno de decantación de liderazgos: los que iniciaron la aventura están retirados o han perdido ascendiente; sus herederos, que eran los operadores electorales, decidieron hacerse con el control y se resisten a soltarlo; el gobernador Miguel Márquez no se decide a marcar definiciones.
Hoy vemos a un Carlos Medina dedicado a sus empresas y al lobbing con el poder; a un Vicente Fox viviendo en un delirante laberinto de nostalgia por el poder perdido; a un Juan Carlos Romero Hicks empecinado en reconstruir un reducto de poder en la Universidad; a un Juan Manuel Oliva vagando como fantasma hamletiano en los suburbios de la política nacional.
Pareciera el escenario ideal para que el gobernador en turno, Miguel Márquez Márquez, se afianzara en el control político del estado e intentara reconstruir al PAN de Guanajuato como un partido con proyecto de futuro.
No parece ser así. Reuniones como la de este domingo en un comedero de la carretera Silao – León, donde varios centenares de panistas se reunieron en torno a Juan Manuel Oliva y el senador Fernando Torres Graciano, aparentemente con el pretexto de respaldar las aspiraciones del primero a la dirigencia nacional del partido, muestran un panorama muy distinto.
Miguel Márquez ha evitado tomar definiciones públicas con respecto a su partido. Se sabe que en el terreno corto ya ha decidido apoyar a Gerardo Trujillo para que se reelija en el comité estatal panista. Y muchas de sus decisiones para reincorporar panistas a la nómina estatal dejan sentir que no ve con malos ojos el proyecto de Oliva.
En medio de esas indefiniciones, otros toman el control: Márquez no estaba ayer en la reunión donde Oliva relanzó sus aspiraciones, aunque sí asistieron muchos de sus funcionarios. En cambio, quien ocupó un papel preponderante fue el senador Torres Graciano, a quien se considera el verdadero artífice de la reunión.
Allí es donde aparece la otra lectura de esta reunión dominical. Por ejemplo, se le corrió invitación de última hora al presidente del PAN Gerardo Trujillo, quien debió compartir el improvisado escenario con el dirigente municipal de León, Alfredo Ling Altamirano; y con quien podría ser uno de sus contendientes en la reelección, el ex senador Ricardo Torres Origel.
Es decir, que aprovechando las ilusiones de Oliva con el inicio de una nueva campaña, de esas que tanto le gustan, Torres Graciano manda el mensaje local, nada sutil, de que nadie que aspire a la dirigencia estatal del PAN podrá lograr el objetivo sin contar con su respaldo.
El momento de mostrar el músculo es importante. En el escenario se avizoran batallas importantes por espacios de control burocrático, presupuestal y, sobre todo, político.
Antes de la renovación de la dirigencia panista, se resolverán las titularidades del nada desdeñable Órgano de Fiscalización Superior, ya en proceso en el Congreso local; y del Poder Judicial del estado, en poco más de 30 días, apenas empezando 2015.
Miguel Márquez ha estado coqueteando con la idea, propuesta por su infalible asesor de cabecera, Rafael “El Gallo” Barba, de que debe romper lanzas con Oliva y, sobre todo, con Torres Graciano.
No late en esas propuestas ninguna idea política, sino la simple ocurrencia de querer medrar en esos mismos espacios. En el caso del Poder Judicial, Barba se encuentra bien asesorado por el abogado irapuatense Manuel Herrera Moreno, un rancio priista por cierto, a quien no le disgustaría para nada ejercer influencia sobre la próxima presidenta del Tribunal, si es que resultan sus planes.
Estos coqueteos, que han corrido a lo largo de todo este año, dejan planteada una batalla. O Miguel Márquez se decide en definitiva a romper y a enfrentar a sus viejos mentores panistas para caer en manos de un entramado político empresarial difuso y, según muchos indicios, proclive a la corrupción; o trata de recomponer lo andado hasta ahora y restablece su comunicación con el grupo de poder más compacto que hoy por hoy tiene el PAN.
Las variables de la elección están planteadas: el respaldo a la aventura olivista, hasta donde pueda llegar; la decisión en el PAN de Guanajuato y los recambios tanto en el órgano fiscalizador como en el Poder Judicial.
En ambos casos, Márquez cede, lo que indica que el gobernador no ha podido generar en su primer año una base de poder, un ejército propio, que le permita mejores condiciones en la negociación.
El poder burocrático no lo es todo, menos cuando se pervierte en rejuegos y complicidades con la equívoca figura de un operador externo sin oficio político y con grandes ambiciones para hacer negocios desde el poder.
Todo indica que empiezan a llegar los momentos de definiciones, cuando los términos de los diferendos aún parecen negociables, antes de que la sangre llegue al río.