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Medicina: la larga mano de Agripino

In Botepronto on noviembre 28, 2013 at 3:53 am

Sin duda las carencias que afectan a la carrera de Medicina, dentro del Departamento de Medicina y Nutrición de la UG, son absolutamente reales y esa institución ya no es lo que fue hace algunos ayeres.

En ese sentido, la inconformidad de los estudiantes de medicina se encuentra totalmente justificada. Sus peticiones de mayores apoyos logísticos y de infraestructura, así como el reclamo de contar con maestros que asistan a clases, más la puesta al día del plan de estudios, suenan lógicas y razonables.

Realmente llama la atención que un movimiento de inconformidad estudiantil esté reclamando sólo puntos de contenido académico y no prebendas de ningún tipo, como a menudo acontece en otras entidades.

Lo que ya no suena tan lógico es que la demanda estudiantil se dirija, sin tocar baranda, al rector general de la Universidad de Guanajuato, José Manuel Cabrera Sixto, brincando tres instancias anteriores.

En efecto, la primera falla pareces estar ocurriendo a nivel de la jefatura del Departamento de Medicina y Nutrición, que se encuentra provisionalmente en manos de la doctora Socorro Carmona Lozano, quien no ha salido a generar algún tipo de interlocución.

La segunda omisión es la del director de la División de Ciencias de la Salud, el experimentado universitario Carlos Hidalgo Valadez, quien no ha movido un dedo para paliar las graves carencias que afectan a la carrera de medicina, ocupado como está en la grilla para renovar la Junta Directiva de la UG.

La tercera ausencia es la del rector del Campus León, José Luis Lucio, quien no parece querer saber nada de las grillas de los médicos, un terreno siempre pantanoso por la división en grupos que tienen padrinos tan poderosos como los ex directores de la entonces Facultad de Medicina, José Ángel Córdova y Éctor Jaime Ramírez Barba.

Sin embargo, el movimiento estudiantil, con toda la frescura que le caracteriza, pero probablemente también por algún tipo de influencia, no ha reparado en sus autoridades inmediatas, sino que ha decidido plantear sus peticiones directo a la rectoría general de la Universidad.

Probablemente el rector general pueda ser un buen gestor de mejores presupuestos; sin embargo, su aplicación correspondería al rector de campus y la instrumentación de mejoras, así como la solución de problemas concretos, sería tarea de los directores operativos.

Es difícil pensar que el rector general de la Universidad pudiera tener alguna injerencia en resolver el ausentismo de maestros o la redistribución de la nómina para evitar que los titulares de los tiempos completos se ausenten por permisos o comisiones.

Sin embargo, no es difícil rastrear donde pudieran estarse originando algunas de las omisiones que buscan convertir un problema localizado en un conflicto de mayores proporciones.

Baste recordar que Carlos Hidalgo Valadez, el director de la División de Ciencias e la Salud, fue compañero del rector del campus Guanajuato, Luis Felipe Guerrero Agripino, cuando ambos colaboraron con el rector Cuauhtémoc Ojeda. Mientras el médico salmantino era el director de Recursos Humanos, el abogado capitalino dirigía Desarrollo Estudiantil.

No paran allí las coincidencias. La doctora Socorro Carmona, encargada del Departamento de Medicina y Nutrición, fue cercana colaboradora del mismo Guerrero Agripino en esa época, como jefa del área de Salud en la Dirección de Desarrollo Estudiantil.

Para casualidades, parecen demasiadas.

Así, a ciencia y paciencia del doctor José Luis Lucio, un científico no dado a meterse en grillas, el rector del campus Guanajuato parece estar armando el siguiente capítulo en la estrategia desestabilizadora que se ha trazado para preparar su arribo a la rectoría general en 2015.

Sin duda los reclamos de los estudiantes de medicina son legítimos, como también lo es su inconformidad. Sin embargo, parece algo demasiado perverso utilizar la energía de los estudiantes en un juego de rebotes políticos de esos que a lo mejor se sabe donde empiezan, pero nunca donde terminan.

Queda en evidencia también que la nueva división departamental de la Universidad de Guanajuato se ha convertido en un peligroso modelo feudal donde la tentación por la política parece estar sustituyendo a las preocupaciones académica. Se trata de un problema que no desaparecerá con el tiempo, sino que más bien tenderá a agravarse.

Por lo pronto, cuando apenas va la primera mitad del rectorado de Cabrera Sixto, el activismo de Guerrero Agripino que lo mismos escribe libros, los presenta, participa en foros sobre corrupción y criminalidad, mientras se da tiempo para armas intrigas desestabilizadoras, incluso a control remoto, parece un absoluto exceso.

Y faltan todavía dos años, ¡qué calamidad!

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