La propuesta de un grupo de universitarios afines al ex gobernador Juan Carlos Romero Hicks, encabezados por su excolaborador Jorge Romero Hidalgo, para que la Universidad de Guanajuato le otorgue un doctorado Honoris Causa, ha provocado una honda división en la comunidad universitaria.
Aprovechando la convocatoria anual para realizar reconocimientos al mérito universitario, los romeristas incrustados en la universidad, que ya han visto pasar sus mejores épocas, sobre todo en materia de privilegios, idearon la postulación del ex rector y actual senador de la República a un doctorado Honoris Causa.
Se aduce, entre los méritos de Romero Hicks, su participación decisiva en el logro de la autonomía universitaria a mediados de la década de los noventa del siglo pasado.
Sin duda, el papel del entonces rector fue sobresaliente en ese logro, al conjuntar las voluntades del gobernador panista, Carlos Medina; y del líder del Congreso priista, Carlos Chaurand Arzate. Sin embargo, se vio opacado cuando el propio Romero se convirtió en el principal beneficiario de la medida al ser reelecto como rector dos ocasiones más, lo que le permitió catapultarse a la candidatura a gobernador por el PAN.
Ya como jefe del Ejecutivo, Romero prácticamente hizo nugatoria en los hechos la autonomía que él mismo promovió, al intervenir decisivamente en dos sucesiones de la rectoría, a la vez que imponía y vetaba funcionarios en las direcciones universitarias.
Como político, Romero probablemente nulificó su propio legado, algo que debería ser tomado en cuenta antes de decidir un cargo honorífico en una época aún demasiado cercana al desempeño del ex mandatario, quien por lo demás ha vuelto a la política partidista en un cargo de elección.
Los méritos académicos tampoco rinden mucho. El hoy senador panista ha sido más un administrador universitario que un destacado investigador o un profesor emérito. Si bien ejerció un liderazgo en la máxima casa de estudios de Guanajuato y en diversas instituciones educativas, este fue más bien en base a sus aptitudes como político.
El desempeño de Romero Hicks en Conacyt fue constantemente impugnado por una parte de la comunidad científica del país. A la postre eso influyó para una prematura separación del cargo, antes de que concluyera el sexenio de Felipe Calderón.
Quizá son esas las razones, además de otras que tienen que ver con la política interna universitaria en el actual momento, que se pusieron en evidencia este lunes, cuando se discutió en los Consejos de los cuatro campus de la UG la decisión de proponer a Romero como candidato al doctorado Honoris Causa ante el Consejo General de la institución.
La propuesta ni siquiera fue considerada en el campus Irapuato – Salamanca. En León, el planteamiento se desechó por cuestiones de forma, con lo que el Consejo se ahorró una discusión. En tanto que en Guanajuato y Celaya, donde radican los mayores bastiones del romerismo, el punto se aprobó en medio de un gran debate y con votaciones divididas.
Esta sola circunstancia, de la de no gozar de unanimidad ni nada que se le parezca, debería ser considerada por el propio Romero Hicks para solicitar a sus promotores que depongan el intento de hacerlo doctor a bayoneta calada o exponerlo a un rechazo en el Consejo General.
En momentos en que las posturas políticas, la mayor parte de las veces sin causas sustentadas, dividen al país y a Guanajuato en polémicas tan encarnizadas como estériles, parece absolutamente innecesario que desde la esfera de la política se venga a propiciar una división en el seno de una comunidad académica, por lo que no parece nada más que un ejercicio de vanidad y de soberbia.
Tendrá mucho valor que, en unos años, cuando las pasiones se hayan sosegado y el ex rector no sea más un político en activo, una comunidad académica distante de las coyunturas actuales le ofrezca un homenaje al artífice de su autonomía, en medio de una gran unanimidad.
Parafraseando al propio Juan Carlos Romero, tan afecto a las citas citables, quizá haya que recordarle que “lo doctor no quita… lo ansioso”.
O, también, que no por mucho madrugar amanece más temprano.
@arnoldocuellaro
¿Quien preparó cuadros para perpetuar el poder?, trabajaba con favores selectivos, bajo la condición de amar eternamente al narciso. La forma de operar en el cabildeo, del premio a la amenaza, política sajona del palo (big stick) o la zanahoria. Los gastos ostentosos, las frases celebres con aspiración a la inmortalidad, sus citas de autores nunca leídos, la retorica de la abstinencia y la productividad, la fe neoliberal, la doble moral, el apetito insaciable de poder, las poses estudiadas, el orador de la psicología de masas, el gran titiritero, el oscurantista, los grupos secretos y la preparación de fanáticos, la escuela conservadora de sutil ignorancia, la membresía de la nobleza selecta y la estratificación laboral a ultranza (sin salarios dignos a los trabajadores y la amenaza política), amor a los “líderes” (aunque estos hayan cometido homicidios, como Hitler), la enfermedad de la auto contemplación, la megalomanía de “Iturbide” en cultos incultos de religiones, sacerdotes y monaguillos que corren en el silencio del deseo. Una mano negra que quiere seguir manejando la casa del saber sin espacios abiertos, con sofisticadas tecnologías del control. No merece el Honoris Causa, merece un partido macartista, el retorno a un paisaje perverso y orgiástico del Bosco, una doctrina dogmática de culto a la belleza racista, los saltos familiares del oportunismo y una masa de adeptos que crean desde las cavernas que las sombras que ellos ven tienen vida, para ser gobernados.