El cierre de las campañas electorales que culminaron este domingo vieron el recrudecimiento de lo que ya parece un guión tradicional: la guerra sucia entre partidos políticos utilizando el expediente de la corrupción en contra de sus adversarios.
El siempre estruendoso senador panista Federico Döring Casar emprendió una dura y documentada campaña, con declaraciones en prensa y denuncias en los medios de comunicación, en contra de un cercano colaborador del actual dirigente priista, Humberto Moreira Valdez, develando una red de negocios inexplicables que se presumen como la fortuna encubierta del ex gobernador.
El movimiento estratégico del político panista tuvo varios efectos: en primer lugar, logró la separación del principal inculpado Vicente Chaires Yáñez, del entorno de Moreira en el CEN del PRI, de donde desapareció en el directorio en una aceptación de que hay problemas; en segundo lugar, obligó al propio Moreira a bajarse de la euforia declarativa que mostraba desde su llegada al liderazgo partidista y lo mantuvo en silencio las semanas previas a los comicios.
Sin embargo, Döring no logró más. La revelación del escándalo no alteró esencialmente la tendencia de la votación en Coahuila, donde el priista Rubén Moreira Valdez, hermano del líder nacional de su partido, superó al panista Guillermo Anaya Llamas con más de veinte puntos de diferencia.
La denuncia penal se encuentra en manos de autoridades federales, al haberse planteado como uso de recursos de procedencia ilícita. Si algo pasa lo sabremos en las próximas semanas, aunque es poco probable que el gobierno calderonista decida abrir otro frente contra un alto jerarca priista, después del paso en falso del caso Hank Rhon.
Sin embargo, lo que llama la atención es el carácter tan selectivo de las denuncias de Döring, el mismo que ya saltó a la fama nacional cuando fue el encargado de entregar los videos del caso Ahumada, con el que se pretendía descarrilar la candidatura de Andrés Manuel López Obrador a mediados de la década pasada.
Sobre todo, porque a pocos pasos de su curul, el senador por el Distrito Federal tiene a su compañero de fracción por Guanajuato, Luis Alberto Villarreal García, un ex alcalde sanmiguelense que en su gestión destrabó permisos y requerimientos para fraccionamientos de lujo como Las Ventanas y Los Garambullos, en los que a la postre aparecieron propiedades suyas y de su hermano Ricardo Villarreal García, hasta sumar cerca de una treintena de lotes que en conjunto constituyen una fortuna inmobiliaria de alrededor de 50 millones de pesos.
Así lo documentó en un reportaje el portal Web Zona Franca.
Lo que queda en evidencia es que el virus de la corrupción no es privativo de los priistas, sino que se desarrolla con la misma buena salud entre tirios y troyanos.
Por ejemplo, cuando Ricardo Villarreal se hizo propietario de 28 lotes de terreno en el exclusivo fraccionamiento Los Garambullos, era apenas un estudiante sin mayores posibilidades económicas, lo que viene a dejarlo en una situación similar a la del Creso coahuilense Vicente Chaires.
Si el hermano menor del senador Villarreal dispuso de recursos para los que no tiene manera de comprobar su ingreso, estaría en el mismo supuesto que llevó a Döring a denunciar a Chaires ante la Procuraduría General de la República: operación con recursos de procedencia ilícita.
Entendámonos: no se trata de desacreditar la operación limpieza de un paladín como Federico Döring, sino solamente de sugerir que este tipo de acciones serían menos sospechosas si se enderezaran por igual con adversarios y con correligionarios políticos.
Hasta hace poco, Luis Alberto Villarreal aun pugnaba por la candidatura a gobernador por el PAN en Guanajuato. Hoy la realidad se ha impuesto y ha determinado unirse a la precampaña del doctor José Ángel Córdova, un hombre honesto por los cuatro costados pero a quien sin duda podrá traerle perjuicios la escasa pulcritud en la función pública de algunos de sus aliados.
La guerra sucia, esa mala costumbre de los políticos, es de ida y vuelta, como pronto se verá.
Botepronto
Cuando se pelean las comadres, salen las verdades, dice el viejo dicho. Y no es otra cosa lo que está pasando a nivel nacional con el intercambio de acusaciones entre la lideresa vitalicia del SNTE, Elba Esther Gordillo, y su ex ahijado y ahora contrincante, Miguel Ángel Yunes, ex director del ISSSTE y candidato perdedor a la gubernatura de Veracruz por el PAN.
La táctica original de Gordillo para curarse en salud ante una ofensiva calderonista ahora que ha decidido replantear su alianza con el PRI y con Enrique Peña Nieto, se enredó en un pantano de acusaciones lodosas de las que no parece estar saliendo nadie bien librado: ni ella, ni sus ex protegidos, ni el presidente Felipe Calderón.
Sin embargo, las cosas no se limitan al escenario nacional. También aquí hubo pactos entre Elba Esther y Juan Manuel Oliva, quien fue ungido candidato por el PANAL, a cambio de posiciones en la secretaría de Educación para ex dirigentes sindicales y hasta una diputación para un consentido de la maestra.
Ahora las cosas cambian. Habrá que ver si el escenario nacional influye para que los maestros rompan sus alianzas con el PAN en Guanajuato o si esperan a ver las encuestas cuando surjan los candidatos y juegan diferenciados. No sería de extrañar.