Cuando está a punto de publicarse la convocatoria para abrir el proceso de elección del nuevo dirigente panista, queda más claro que nunca que de la solución de dicho tema dependerá la conformación del nuevo equilibrio de poder al interior de esa fuerza política, dominante hace veinte años en Guanajuato.
Como no se había visto en las últimas cuatro elecciones, de 1999 a la fecha, en donde resultaron electos Gerardo de los Cobos y Fernando Torres Graciano, cada uno por dos ocasiones, esta vez la cita sucesoria marca la posibilidad de una ruptura en el grupo hegemónico en el PAN local.
Lo mismo ocurrió en 1993, cuando Juan Manuel Oliva sustituyó a Alfredo Ling Altamirano y, lo que se creía un simple traspaso de estafeta, terminó convirtiéndose en el inicio de un reinado que podría concluir este próximo 11 de junio.
En esos 16 años, Oliva construyó el dominio territorial del PAN en el estado; fue un factor decisivo para el triunfo de Vicente Fox en la elección extraordinaria de 1995; inventó a Juan Carlos Romero Hicks como candidato emergente y como gobernador y, finalmente, se hizo él mismo de la máxima posición política en el estado.
Quizá sea esa misma trayectoria la que tiene hoy al actual mandatario en un predicamento, tratando de forzar una salida que va a contrapelo de la nueva circunstancia política.
No deja de resultar paradójica, por cierto, la similitud del planteamiento en el que se encuentra inmerso Oliva que aquel en el que tiene metido a uno de sus potenciales sucesores quizá el que menos le apetece personalmente: José Ángel Córdova Villalobos.
Así como el secretario de Salud cree a pie juntillas que será su cercanía con el presidente Felipe Calderón lo que le puede dar una ventaja decisiva en la carrera por la candidatura a gobernador, sin haber hecho mayor trabajo al interior del panismo; de la misma manera, parece que Oliva creyera que su sola voluntad puede sacar adelante a Alejandra Reynoso, cuando por trayectoria y grupo, la diputada federal no tiene ninguna posibilidad.
Esa obnubilación está alimentada por las lecturas y el activismo de dos personajes: el secretario particular Román Cifuentes Negrete y el asesor y operador olivista Jorge González Huerta.
Merced a la influencia de ambos colaboradores, el gobernador Oliva se había tomado como un asunto personal la imposición de Reynoso en el PAN, en contra de la candidatura del líder parlamentario Gerardo Trujillo, respaldado a su vez por la red de alianzas tejidas por Fernando Torres Graciano.
Sin embargo, en política una posición es de quien la trabaja. Y si hay una historia que lo muestra es la del propio Oliva, quien arrebató el control del PAN a los barones empresariales de fines del siglo pasado.
En base a ese principio es que resulta inverosímil que al sólo influjo del nombre del gobernador, utilizado profusamente en estos días por Cifuentes y González, pueda cambiar una correlación de fuerzas tejida por lo menos en los últimos dos años.
Cómo están las cosas, el mejor escenario para Oliva al día de hoy, si su periplo vacacional por el Viejo Mundo no le ha hecho cambiar de opinión, es que su candidata sea derrotada, asumir la llegada de Trujillo y recomponer su entorno político como si nada hubiera pasado.
En cambio, el improbable triunfo de Reynoso podría convertirse en su peor pesadilla: con su grupo dividido; la mayoría panista en el Congreso afrentada; Román Cifuentes crecido como operador político en su antesala y la reconstrucción de su alianza con un Yunque al que la exposición mediática lo tiene hoy más debilitado que nunca.
En cualquiera de los dos casos, deberá ceder poder. La cuestión es con quién tendrá que hacerlo: con el operador que le ha resultado funcional en los últimos seis años o improvisando un experimento de último momento.
A final de cuentas, un mandatario que no entienda que la correlación de fuerzas cambia conforme se acerca el final de su periodo, está condenado a graves decepciones y profundos descalabros, por decirlo de la manera más comedida.
Botepronto
El 27 de mayo se celebrará un magno evento campesino en el auditorio del Estado, en la ciudad de Guanajuato. No será una fiesta cenecista, aunque se le acercará mucho: el diputado federal Gerardo Sánchez García rendirá su informe de actividades como legislador, trayendo contingentes de todos los municipios donde se pueda.
Como además Sánchez García ha decidido ejercer su labor de dirigente nacional campesino privilegiando intensamente a su estado natal, es de esperarse que no pierda la oportunidad de echar la casa por la ventana.
Aunque ha dicho que lo den por muerto para 2012, el líder campesino no pierde oportunidad de promocionarse, quizá con miras al 2018, una vez que ejerza la senaduría que ve casi segura.
Entre tanto, la CNC guanajuatense vive días de penuria, como se vio el pasado 10 de abril, con divisiones casi en cada municipio y, en no pocos casos, militando en las filas panistas y rindiéndole cuentas a los funcionarios olivistas que les canalizan los escasos subsidios que aún reciben. Pero de eso, ni quién se acuerde.
