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PAN: pleitos de aldea

In Botepronto on diciembre 5, 2016 at 3:49 am

Un estado con dinámicas cada vez más globales, ve como su clase política permanece anclada en disputas facciosas para procesar relevos de poder: ¿cuánto más aguantará esa bipolaridad?

El doble discurso ya le es tan característico como su sonrisa, al gobernador Miguel Márquez Márquez.

Por ejemplo, se la ha pasado pidiendo que no se provoquen divisiones en el PAN, en el trance de elegir a un candidato a gobernador.

Y sin embargo, quien está metiendo el acelerador a fondo para hacer avanzar su propia opción y empleando en ello todo el peso del presupuesto estatal y de su nómina, es el propio titular del Ejecutivo.

Márquez es fiel a la divisa pragmática que asegura que en la política como en la guerra y en el amor, lo único que no se vale es perder.

Con esa idea y con una constancia digna de mejor causa, el mandatario panista ha creado a un delfín prácticamente de la nada. Digamos que es el segundo que intenta y esta vez le va saliendo mejor.

Sin embargo, por tratarse de una decisión interna dentro del grupo político del que emergió el propio Márquez, la situación está llevando la tensión al máximo.

Al haber colocado bola negra en las pretensiones del senador Fernando Torres Graciano, compañero de aventuras políticas de Márquez durante los gobiernos de Juan Carlos Romero y Juan Manuel Oliva, el gobernador está fracturando a su propio grupo.

Para su fortuna, hoy la corriente panista hegemónica no tiene ni oposición interna (La Loma desapareció del mapa); ni externa (el PRI es un mal chiste). Quizá por eso pueden darse el lujo de dividirse entre ellos.

¿Está haciendo Márquez surgir a una nueva generación política en el PAN? ¿Le quiere heredar a un hijo y no a un hermano?

Falta tiempo para contestar esas preguntas, pero lo cierto es que la operación política para apuntalar a Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, el ungido por Miguel Márquez como su sucesor, está echando mano de operadores políticos arcaicos y rebasados: Román Cifuentes, Marco Antonio Rodríguez, Víctor Rojas, incluso Javier Rodríguez, el papá del candidato.

No parece haber en el PAN, hoy por hoy, cambio generacional, sino una simple lucha facciosa entre quienes hasta hace no mucho eran aliados inseparables. A estas alturas ya está claro que el dilema no es elección o designación, sino que pase lo que pase se dejaran sentir patadas debajo de la mesa y habrá llanto y crujir de dientes.

En el fondo, la responsabilidad recae en el electorado de Guanajuato que hasta ahora le ha otorgado al PAN un respaldo incondicional gracias a lo cual goza en una zona de confort que solo los ha convertido en una clase política cada vez más incompetente y provinciana.

Vaya paradoja, mientras la senda abierta hace algunos sexenios, por gobiernos competitivos del mismo PAN, para incorporar al estado a la globalización y el movimiento de capitales internacionales, se convierte en una ancha y poderosa autopista, los responsables de la política estatal son políticos made in home, que deben pasar una amplia curva de aprendizaje.

Así, mientras la mano de obra de Guanajuato se muestra competitiva a nivel mundial, sus políticos se enzarzan en trincheras que no los dejan ver el horizonte. Veremos cuanto aguanta la tensión entra ambos extremos de nuestra realidad.

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