En la política que padecemos, como dice el genial tango de Santos Discépolo: «Hoy resulta que es lo mismo/ser derecho que traidor/Ignorante sabio o chorro/generoso o estafador».
Quizá el síntoma más grave de la enfermedad que aqueja a nuestra clase política, trátese de empedernidos dinosaurios que han saltado de cargo en cargo o de recién llegados a las mieles del poder, es la ceguera para entender que están parados sobre una bomba de tiempo: la cada vez mayor incredulidad y desconfianza de los ciudadanos de a pie en sus capacidades y en sus intenciones. Lee el resto de esta entrada »
