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Prevalece el pasmo ante el auge de la violencia

In Botepronto on julio 22, 2016 at 3:43 am

Instalados en la negación, responsables de la seguridad en Guanajuato dejan en evidencia que su imagen de funcionarios les importa más que la tarea de servicio que les ha sido encomendada.

En la actitud del gobierno de Guanajuato y sus principales funcionarios hay una constante: la negativa a aceptar que en materia de inseguridad las cosas están empeorando.

Creen que se trata de un asunto de percepción, que hay histeria colectiva, propiciada por los medios de comunicación. Ojalá fuera solo eso, sería relativamente fácil de controlar, sobre todo tomando en cuenta la buena relación que han cultivado con los medios tanto el anterior como el actual jefe de prensa estatal.

Las cifras oficiales, producto de indicadores que han sido consensados por todos los estados, como el recuento del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, muestran que Guanajuato ha elevado los casos de homicidios violentos en los últimos dos años y que la tendencia es al alza.

Sin embargo, para los encargados de la Seguridad en Guanajuato, versión que además hace suya el gobernador, todo tiene explicación y esta es la que más favorece la imagen oficial.

Es decir, los datos duros que nos dicen que el entorno social de Guanajuato está sufriendo un embate de grupos criminales profesionales, no ameritan que los responsables de conducir las instituciones públicas hagan un ejercicio de reflexión y lo compartan con los ciudadanos.

Les resulta más fácil argüir alambicadas consideraciones criminógenos que lindan con la irresponsabilidad, sugerir prácticamente que hay una “limpia de delincuentes” por la vía del asesinato selectivo, que no parece preocuparles en demasía. Tampoco les parece inquietar la duda sobre quién está realizando esas acciones.

Parece que al gobernador y a sus funcionarios de seguridad les preocupa más su imagen que la tranquilidad de los ciudadanos, lo que resulta altamente cuestionable, a la par que muy preocupante.

¿Para eso eligieron los guanajuatenses a Miguel Márquez, para cultivar una imagen de efectividad aún a costa de negar la realidad? ¿Lo eligieron acaso para que soñara con escalar a la presidencia de la República, aunque descuide a Guanajuato?

Creo que, simplemente, lo eligieron para que los gobernara de la mejor manera posible, con sus limitaciones y alcances. Sobre todo, lo eligieron por dos de sus características: por ser un hombre sencillo y sin rebuscamientos y por tener un historial de honestidad material e intelectual.

¿Cómo se compagina, entonces, ese claro mandato aceptado en su momento, con la actitud de cerrazón, de negación de lo evidente y de rechazo a atender la circunstancia? ¿Es imposible mantener la integridad en el poder?

Podemos acordar que la situación, aunque preocupante, no constituye una crisis. Sin embargo, como he venido escribiendo desde hace algunos días, lo más delicado es la respuesta oficial, entre el aturdimiento, el enojo y el pasmo. Por ello surge otra pregunta: ¿qué pasaría si de verdad estallara una emergencia?

Márquez ya lanzó una admonición muy poco cristiana, al racionalizar el auge de homicidios porque las víctimas “andan chuecos y van a acabar mal”. Lo que no se reflexiona es que el papel de un gobernante no es el de moralizar, sino el de buscar los equilibrios en la sociedad a base de políticas, para lo cual cuenta con el manejo del tesoro público.

El papel de Márquez no es dar explicaciones, que para eso están los especialistas en las Universidades, sino el de intentar buscar soluciones. Eso es lo que estamos esperando antes de que las cosas continúen empeorando.

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