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Policías delincuentes, otra cara de la crisis leonesa

In Botepronto, Sin categoría on febrero 23, 2016 at 3:50 am

Ni calidad, ni calidez muestran los prohombres panistas que gobiernan León: ciudadanos sufren ataques de policías y no hay mensajes de cero tolerancia ni solidaridad con las víctimas.

En poco más de una semana se han presentado dos graves incidentes en el área de seguridad del municipio de León.

En el primer caso un hombre detenido por conducir en estado de ebriedad recibió un golpe que le costó la vida en el área de internamiento de Seguridad Pública. La persona llegó al hospital sin signos vitales, las cámaras de los locutorios no muestran el momento en que se produjo el golpe fatal. En el caso no hay aun responsables.

Este domingo, dos policías fueron detenidos tras producirse una denuncia de una madre de familia por la detención indebida de dos de sus hijas. Las menores, de 12 y 14 años de edad, fueron obligadas a practicar sexo oral a uno de los agentes para que las dejaran en libertad.

Si bien las autoridades actuaron con rapidez y detuvieron al policía responsable, así como a su compañero, que aunque no intervino tampoco impidió la indignante conducta, al tratar de hacer un control de daños para la corporación informaron sesgadamente de los hechos.

Tanto el Secretario de Seguridad Pública, Luis Enrique Ramírez Saldaña; como el director de policía, Osvaldo Jiménez Arcadia, salieron a dar la cara, pero aseguraron que los policías fueron detenidos por “abuso de autoridad”. Más tarde, en un comunicado de prensa, aceptaron que se trataba de “presuntos delitos sexuales”.

Lo que había ocurrido nada tiene que ver con ese eufemístico concepto delictivo. El policía Pablo Torres García, de 24 años, lo que presuntamente cometió fue una violación flagrante a dos menores de edad.

Tampoco cabría el confuso tipo legal de “abusos erótico-sexuales”, ni la “tentativa de violación”, si nos atenemos a los criterios que han establecido los nuevos marcos legales de protección a las mujeres.

Al atenuar la información o sesgarla, los mandos policiacos de León están enviando una pésima señal a la sociedad, pero también al interior de la corporación, al sugerir una cierta “cobertura” a conductas que de ninguna manera pueden ser compatibles con una policía moderna, capacitada y respetuosa de los derechos humanos.

Un paso importante para imponer disciplina a una policía descompuesta, es llamarle a las cosas por su nombre. Otro sería declarar cero tolerancia a todo tipo de conductas lesivas de los ciudadanos.

Sin embargo, los mandos policiacos no están solos ni fueron producto de una generación espontánea. Tanto o más preocupante que la laxa actitud de los titulares de seguridad, es no encontrar pronunciamientos contundentes por parte de las máximas autoridades del municipio.

Hace algunos meses Héctor López Santillana, Carlos Medina, Luis Ernesto Ayala y una pléyade de estrellas panistas, recorrían León ofreciendo cercanía a la gente, respeto a su dignidad humana y más eficiencia que los vilipendiados priistas.

Hoy, subidos en un ladrillo, todos esos personajes asumen la actitud de estar gobernando para los libros de historia, preocupados por decisiones supuestamente trascendentes, que a menudo solo ocultan viles tráficos de influencia, mientras la ciudadanía leonesa se encuentra en un desamparo igual o peor al que vivía con Bárbara Botello.

Un alcalde que busca posicionarse, que es sistemáticamente criticado por su alejamiento de los mortales comunes, que quiere “revivir a León”, no hubiera dejado pasar la oportunidad de una condena contundente a actos de este tipo y un mensaje enérgico no solo a la corporación policiaca, sino a toda la administración.

Al mismo tiempo, hubiera sido deseable una actitud de atención a las víctimas, un mensaje de compasión y solidaridad, máxime que el daño fue causado por empleados bajo las órdenes de López Santillana.

Lo que el alcalde, sus ediles y sus colaboradores tienen que darse cuenta es que gobiernan a seres humanos, a adultos que ya probaron la alternancia y que cuando decidieron darle una nueva oportunidad al PAN no fue la firma de una carta en blanco.

El humanismo panista de viejo cuño es lo que haría falta para sensibilizar a esta nueva tecnocracia azul que, hasta ahora, ni siquiera puede alegar que suple la frialdad y el alejamiento con eficiencia y resultados.

Por lo pronto, la curva ya pasó y el aprendizaje no parece llegar.

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