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La candidatura de Márquez ¿si o no?

In Botepronto on febrero 22, 2016 at 3:29 am

No se trata de deshojar la margarita, el gobernador de Guanajuato está obligado a una participación inteligente en la sucesión presidencial, so riesgo de perjudicar a su partido y su propia gestión.

La especulación en torno a los deseos, las decisiones, las posibilidades o los escenarios de una eventual participación del gobernador de Guanajuato en la carrera por la candidatura presidencial del PAN, está a la orden del día entre los analistas y los observadores de la política guanajuatense, no más allá.

En ese sentido, quienes aconsejan a Miguel Márquez en estos menesteres, han cometido un primer y elemental error: una aventura política nacional debe surgir en aquella esfera y llegar a Guanajuato como el aterrizaje de algo inevitable.

Así lo hizo Vicente Fox con un éxito indiscutible, si nos atenemos a los resultados: la consecución de la candidatura y la eliminación de todos los posibles riesgos que representaban los “asuntos locales”, al minimizarlos frente a una embestida verdaderamente nacional.

En cambio, en un acción contraria a la de Fox pero parecida a aquella con la que hoy quiere juguetear Márquez, fracasó estrepitosamente Juan Manuel Oliva, quien dejó la gubernatura para ocupar un cargo secundario en el PAN nacional que no fue suficiente ni para obtener una diputación.

Contrario a lo que suelen pensar los consultores políticos, o lo que quieren hacer creer a sus clientes, no todo se puede en política si no se saben aprovechar los tiempos, las oportunidades y las coyunturas.

Hacer crecer la idea de una hipotética precandidatura en el terruño, trae solo consecuencias negativas: exacerba pasiones locales, inquieta a los sectores económicos y hace entrar en turbulencia a la propia burocracia estatal, además de que alienta a la belicosidad de los adormecidos opositores.

Pero, además, dejar que el tema crezca solo en lo local no es algo que impacte en las encuestas nacionales ni en el conocimiento de nombre del gobernador, quien aparece, en la única medición que lo ha contemplado, en un lejano lugar catorce.

Quizá se esta situación la que ha motivado a algunos analistas a considerar que Miguel Márquez no tiene en realidad otras intenciones en su proyecto político, además de concluir su encargo y retirarse a la actividad privada.

No lo considero así. El que la estrategia haya sido hasta ahora errática, intermitente o simplemente inexistente, no quiere decir que no haya una real oportunidad para que Márquez siga haciendo política a través de una incursión en la carrera interna de su partido hacia 2018.

Para empezar, visto con frialdad, el guanajuatense tiene la obligación de fortalecer al partido que le ha dado todas sus oportunidades, de la forma en que su partido lo necesite y no como se les ocurra oportunistamente a sus asesores.

El gobernador mejor calificado del PAN en este momento, o el menos malo, no puede hacerse a un lado ante la complicada coyuntura que enfrenta esa institución, la única que ha producido una alternancia en el México moderno.

Frente al surgimiento de candidatos externos o semiexternos, como el poblano Rafael Moreno Valle, además fuertemente cuestionado en su estado por los mismos panistas; frente a la amenaza de que surja de sus filas una candidata independiente, Margarita Zavala, que drene los de por si mermados votos del PAN; frente a la opción viable pero aún débil del dirigente Ricardo Anaya, la presencia de Márquez en el arrancadero es necesaria.

Pero, además, esa es la única posibilidad real que tiene Márquez de impedir la descomposición política del PAN local en su propia sucesión. Ningún acuerdo del pasado tendrá vigencia en el futuro y menos si el gobernador se debilita por la cancelación de sus expectativas y la llegada de su final como político.

Si Miguel Márquez quiere en serio influir en su propia sucesión y evitar un potencial candidato panista dispuesto a indagar en sus closets, solo podrá hacerlo si tiene poder político real gracias a una estrategia de inclusión en la carrera presidencial que lo convierta, quizá no en el caballo negro, pero si en un contrapeso y un factor útil para la construcción de la decisión final.

Desde esta óptica, Márquez no tiene opciones: debe participar en la contienda presidencial de su partido y hacerlo con inteligencia. No necesita grandes cantidades de dinero, si sabe utilizar las oportunidades que van brindando las propias coyunturas y, sobre todo, si es capaz de construir un discurso sólido, sobrio y creíble que funcione fuera de aquí y también aquí.

Contra aquellos que piensan que Márquez debe concentrarse en consolidar lo logrado hasta ahora en Guanajuato, creo que no será posible si no se decide a tener un papel en el espacio nacional. Un gobernador aislado, en camino del retiro, afectado por el crecimiento de problemas contra los que no ha mostrado tener soluciones, empezará a ver minadas las que hasta ahora han sido sus fortalezas.

Por si algo faltara, un gobernador en ese proceso de disolución política no podría controlar, por más que se lo propusiera, a los que quieren sucederlo, incluso sus propios colaboradores

El resultado final podría ser una auténtica debacle política y partidista. Lo dicho, no es un tema de sicoanálisis ni de empoderamiento voluntarista, sino de política: Márquez no tiene opción, el problema es el cómo.

Y ahí es donde, hasta ahora, sus cotizados asesores no dan pie con bola.

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