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Los cambios de Márquez, ahora sí

In Botepronto on septiembre 29, 2015 at 3:59 am

Esta semana podrían darse las esperadas sustituciones del gabinete estatal; sin embargo, todo apunta a un anticlimax, con escasos movimientos de titulares y mucha morralla.

Todos los indicios apuntan a que, ahora sí, Miguel Márquez anunciará los cambios en su equipo de trabajo, sin que necesariamente sea una reestructuración de gabinete.

Uno o dos secretarios del gabinete legal dejarán su cargo. El más seguro es Javier Usabiaga, el sobrecalificado secretario de Desarrollo Agropecuario, quien manejó con solvencia la misma cartera a nivel nacional y pudo lidiar con la bipolaridad de Vicente Fox, pero que ha naufragado ante la mediocridad del equipo marquista.

Usabiaga, cuyo fichaje Márquez anunció con orgullo hace tres años, buscando dar un golpe de audacia, se ha convertido en un secretario incómodo porque es enemigo de hacer caravanas y de ocultar lo que piensa y lo que sabe para ganar puntos en la intriga burocrática.

El exitoso agricultor celayense dejará su lugar a algún burócrata maltrecho, mandable y lisonjero. los candidatos: el próximo exalcalde de Juventino Rosas, Juan Antonio Acosta, quien por cierto perdió las elecciones en su municipio; otro prospecto es el exdirigente panista Gerardo Trujillo, acreedor de no se sabe qué hazaña, pues si alguien ganó las elecciones fue el propio aparato estatal de Miguel Márquez.

El resto de los cambios se centrará en subsecretarios y directores de dependencias descentralizadas. Será una sopa de dominó con reacomodos, lo que muy poco tiene de estratégico. En realidad solo parece un intento de cambiar por cambiar.

Los secretarios que han quedado a deber en su desempeño, no insistiremos en los nombres aunque están plenamente identificados, no se moverán. Unos serán respetados por ser amigos cercanos del gobernador; otros por provenir de la esfera de influencia de Rafael Barba, el compadre que hace y deshace en el gobierno de Marquez, con una notable complacencia de la clase política y de la opinión pública.

En realidad Márquez no tiene porqué cambiar a su equipo, si se basa en la marcha general del gobierno, que camina pertrechado en algunos programas emblema, en la inexistencia de una oposición seria y en el apapacho permanente del gobierno federal.

En el detalle hay muchas cosas que podrían mejorar, como la inexistente política de seguridad cuyos indicadores negativos se disparan, y la cual se reduce a estrategias de posicionamiento mediático.

O el trabajo de concertación política, no con los partidos exopositores, cooptados todos por razones pecuniarias, sino con las emergentes organizaciones sociales que carecen de interlocución provechosa con la autoridad.

O la política de coordinación con los municipios, cuyos ayuntamientos salientes actuaron con una dispersión de objetivos que condujo a una ausencia total de sinergia.

O los mecanismos de transparencia y rendición de cuentas que, paradójicamente, retroceden en lugar de avanzar con el primer gobernador que también fue contralor (secretario de la Gestión Pública).

Probablemente nada de eso pasará, Los cambios que se prevén no hacen pensar en que se quiera relanzar al gobierno, ni siquiera para asumir el reto en el que las circunstancias han colocado a Márquez como el gobernador panista mejor posicionado en este momento, sino solo para cumplir con el prurito de maquillar momentáneamente a la administración.

La paradoja de que el más seguro de los relevos en el gabinete corresponda a un funcionario que conoce a fondo su campo, que trabaja sin horario y que es respetado en todo el país, mientras se quedan muchos a los que abruma su propia mediocridad, podría constituirse en la imagen que distinga a este gobierno en la historia venidera.

Y por más que los gobernadores, consistentemente, asuman en la mitad de su mandato la creencia de que son todopoderosos, a la larga y más pronto que tarde, siempre se cosecha lo que se siembra. Los ejemplos están a la vista.

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