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La inversión automotriz y los derechos laborales

In Botepronto on abril 13, 2015 at 3:40 am

Crece la inversión automotriz en Guanajuato y potencia el crecimiento; falta ahora que desde las políticas públicas se cuide la dignidad de los empleos que se ofrecen.

Guanajuato es la punta de lanza del despegue industrial manufacturero en México. La apuesta por la industria automotriz, la única política que ha tenido continuidad en los últimos treinta años en el estado, que incluyen el último gobierno priista y cinco administraciones panistas, ha resultado en un desarrollo irreversible en el corto plazo.

La dinámica generada en torno al clúster automotriz, que comprende el conjunto de armadoras y proveedores de primera, segunda y tercera generación, ha logrado un círculo virtuoso que potencia a la entidad e incluso a las zonas limítrofes de los estados vecinos, como lugares ideales para el destino de nuevas inversiones.

Como se informa hoy aquí mismo, esta semana desde la residencia oficial de Los Pinos se harán sendos anuncios, miércoles y viernes, sobre las nuevas inversiones que llegan al país y a Guanajuato: Toyota, en una zona de Apaseo El Grande colindante con Querétaro; y Ford, que adquiere la planta de transmisiones Getrag en Irapuato y la amplía, con lo que abre la perspectiva de un crecimiento futuro en la entidad.

En el primer caso se trata de una infraestructura industrial de mil 300 millones de dólares que beneficiará por igual a Guanajuato y a Querétaro, pues la plataforma de desarrollo ya se volvió regional. La llegada de Toyota ya propició el proyecto de un parque aledaño, propiedad de la empresa chihuahuense Lintel, que recibiría a los proveedores de la armadora japonesa y multiplicará el monto de la inversión.

En el segundo caso, Ford anuncia un crecimiento general por mil 200 millones de dólares, sin que se haya especificado aún el desglose, pero su presencia de Ford en Guanajuato contribuirá a reforzar la vocación automotriz del estado.

Todas estas buenas noticias que de pronto son celebradas por los funcionarios federales y estatales como si se tratara de triunfos propios, cuando en realidad al estado le cuestan las decisiones de las empresas por el monto de los subsidios que se les otorgan, tiene sin embargo su lado oscuro.

En estos días ha estallado un pequeño conflicto laboral en la planta de Mazda en Salamanca, con el despido de 20 empleados de la linea final de montaje, hostigados por un supervisor que incluso está ya acusado penalmente de acoso sexual por una trabajadora.

Un tema que podría haberse resuelto al interior de la empresa con una gestión menor de un representante sindical, me refiero al hostigamiento no así al acoso que ya tiene otro tinte, brincó a la opinión pública por una decisión absurda de los responsables de la planta que decidieron correr bajo intimidación y amenazas a obreros calificados y capaces.

Los empleos que se han creado hasta ahora en Guanajuato, por encima del promedio nacional en cantidad, resultan mediocres en cuanto a salario y prestaciones, aunque se argumente que se está generando una sana competencia entre empresas que puede dar lugar a una dinámica positiva en el mediano plazo.

Pero, si a los salarios de entre seis mil y nueve mil pesos, los cuales son pagados en sus primeros seis meses con el complemento de becas estatales de capacitación hasta por un 50 por ciento, se le agrega un trato despótico, la señal que se manda es preocupante.

Hasta hace no mucho, la representación laboral de las nuevas empresas le había sido entregada a sindicatos cetémistas de corte local, los cuales venían haciendo una labor callada pero efectiva. Por lo menos no se sabía de ninguna crisis hasta ahora.

Eso cambió con Mazda, donde intervino la cúpula nacional de CTM para adjudicar el contrato de protección a un sindicato encabezado por un líder en la ciudad de México, cuyo único mérito es ser hermano de un alto jerarca cetemista, el secretario general sustituto Carlos Aceves del Olmo. Allí es donde han empezado los problemas, por la falta de atención en campo.

El tema se vuelve delicado porque el gobierno estatal panista no quiere involucrarse con los sindicatos afiliados al PRI y termina generándose un vacío de atención que deja inermes a los trabajadores, pero también maniata a los altos ejecutivos extranjeros, desconocedores de las particularidades de la dinámica sindical en nuestro país.

Hasta ahora, la política pública en materia de atracción de inversiones se ha limitado a la gestión para captar a las empresas y a los subsidios que se les otorgan. De paso se ha impulsado la educación a nivel técnico para generar mano de obra disponible y capacitada.

Sin embargo, eso no debería ser todo. Un gobierno que de verdad ese preocupe por traducir las oportunidades del nuevo flujo global de capitales en un crecimiento real y sostenido, también deberá cuidar algo elemental: la dignidad del trabajo que se crea.

Estas son las tensiones a las que nos enfrenta el nuevo rostro de Guanajuato, donde en definitiva es mejor tener empleo aquí que irlo a buscar a otro lado, incluso al extranjero. Sería deseable, no obstante, que el gobierno se haga cargo del hecho ineludible de que toda nueva solución genera nuevos problemas. Parte importante de su misión es preverlo.

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