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PRI: el poder cambia de manos, pero no de mañas

In Botepronto on abril 7, 2014 at 3:56 am

En el PRI de los últimos años se había dado una hegemonía, aunque incompleta y con lunares, del político con la carrera parlamentaria más prolongada en la historia de la entidad: Francisco Arroyo Vieyra.

Aunque está activo de forma ininterrumpida en las cámaras federales y en la local desde 1991, Arroyo sólo pudo intervenir de manera directa en la vida partidista de Guanajuato a partir del año 2000, cuando la derrota de Juan Ignacio Torres Landa dejó el PRI al garete.

El arribo de Wintilo Vega a la dirigencia priista marcó el surgimiento de un equipo compacto entre el político de Guanajuato capital y el de San Francisco del Rincón, que sólo se fracturó en 2006, en una disputa por la candidatura al Senado de la República, finalmente ganada por Arroyo.

A la renuncia de Wintilo a la candidatura estatal, fue el cobijo y tutelaje de Francisco Arroyo el que permitió la consolidación del tándem formado por Miguel Ángel Chico y Bárbara Botello, el primero como candidato emergente a la gubernatura y la segunda como dirigente del PRI.

Al regresar Chico al partido, a tiros y tirones se mantuvo una relación entre Arroyo y el hoy senador, que siguió por las mismas con José Luis González Uribe, el ex secretario particular de Beatriz Paredes que dirigió al PRI local en la recta final del gobierno panista de Juan Manuel Oliva.

La hegemonía de Arroyo se manifestó en una precampaña a la gubernatura que lo colocó en la recta final frente a Juan Ignacio Torres Landa y que ambos estuvieron a punto de perder frente a la repentina idea del círculo cercano a Enrique Peña Nieto, de lanzar al panista José Ángel Córdova para contender contra Miguel Márquez.

Sin embargo, aún con altibajos, el vicepresidente de la Cámara de Diputados logró mantener una extraordinaria influencia, la cual se reflejó en la obtención de posiciones para sus cercanos tanto en el Congreso local como en las delegaciones federales.

Hoy, por primera vez en casi quince años, llega al comité directivo estatal el representante de una corriente totalmente contraria, la que encabeza el dirigente cenecista Gerardo Sánchez García, autor en toda la línea de la construcción de Santiago García, primero como prospecto y ahora como nuevo dirigente.

El salvaterrense Sánchez ha sido un político periférico a la historia reciente de Guanajuato. Después de haber sido alcalde en la década de los noventas, su carrera se consolidó en los ámbitos de la política cenecista a nivel nacional, teniendo como mentor al anterior dirigente de la organización, el tamaulipeco Cruz López Aguilar.

Gerardo Sánchez arribó a la dirigencia nacional de la CNC sobre todo después de haberse convertido en un exitoso gestor de fondos federales durante los gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón, utilizando el esquema de fundaciones para aplicar en los programas federales, ante un panismo que no tenía muchas opciones para aplicar recursos de política social en el campo ante la falta de organizaciones afines.

Su regreso a la política de Guanajuato inició de forma muy accidentada al confrontarse directamente con el propio Torres Landa, en plena campaña por la gubernatura, por la disputa de lugares en la lista plurinominal al Congreso local, lo que incluso derivó en la toma de las instalaciones del comité estatal del PRI.

Hoy, Sánchez toma el PRI por segunda vez, pero ahora con todas las de la ley, no obstante los extemporáneos señalamientos de irregularidades en la contienda que culminó ayer, de parte del propio Arroyo y de Alejandra Lara, el rival de Santiago García.

Sin embargo, contra los buenos deseos de muchos priistas, y los planteamientos del propio ganador, se ve complicado que esta elección vaya a deponer las diferencias acumuladas, los atrincheramientos de tantos años y, sobre todo, las ambiciones de los políticos de ese partido en Guanajuato.

La primera bifurcación que se aprecia en el horizonte ni siquiera es la de Gerardo Sánchez y Francisco Arroyo, que por sabida se calla, sino la que más pronto que tarde atestiguaremos entre Bárbara Botello, Gerardo Sánchez y Miguel Ángel Chico, un triunvirato al que unió el enemigo común pero que fuera de eso no comparten mucho, si no es que nada.

Los tres son aspirantes a la gubernatura. Dos de ellos tienen puesto seguro hasta el 2018. La tercera tendrá que buscar espacios en el 2015. El tablero está puesto no para la división del PRI, que es irreparable y consuetudinaria, sino para su absoluta balcanización.

Así lo marcan las personalidades y las trayectorias de los actores que hoy tienen el protagonismo. Solo el milagro de que dejaran de ser ellos mismos, podría evitarlo. Complicado ¿no lo creen?

  1. Pocos escriben con los conocimientos profundos y la experiencia directa de Arnoldo Cuellar. Análisis agudo combinado con lenguaje novelezco, es una delicia leerlo aunque deja la conclusión un poco al garete.

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