Muy rápido, los priistas le muestran a los ciudadanos que empezaban a otorgarles nuevas oportunidades, que nada aprenden, que el poder está por encima del servicio y que la política no es más que un ejercicio de oportunismo y deslealtad.
Pero las traiciones entre priistas no empezaron ayer, cuando el legislador leonés Guillermo Romo, por cierto un ganador de su elección con voto directo, subió a la tribuna del Congreso para denostar de forma personal al nuevo coordinador parlamentario y presidente de la Junta de Gobierno de la Cámara local, su paisano Jorge Videgaray Verdad.
Las traiciones tuvieron un capítulo fundamental cuando Jorge Videgaray aprovechó la rebelión de cinco diputados en contra del anterior coordinador, Javier Contreras para dar su voto a favor del cambio de líder siempre y cuando él fuera el beneficiado.
Videgaray y Contreras fueron los dos pivotes de la campaña priista de 2012, uno como coordinador de campaña y el otro como presidente del partido. Ambos, junto con el candidato Juan Ignacio Torres Landa, lograron los mejores resultados para este partido en más de 20 años en Guanajuato, se quedaron a poco más de 100 mil votos del triunfo, impulsaron la recuperación de León, que tenía 24 años en manos panistas y ganaron una presencia significativa en el Congreso local.
Todo eso, que auguraba una etapa de consolidación política del PRI, la preparación de un regreso decisivo en la elección intermedia de 2015 y llegar a la elección de 2018 con una plataforma competitiva real, por primera vez desde 1991, está a punto de ir a pique, por razones meramente subjetivas, pero, principalmente, por la incapacidad de los priistas para anteponer los objetivos estratégicos a las pequeñas ambiciones.
Sin embargo, las traiciones tienen antecedentes. Javier Contreras negoció a mediados del año pasado la votación de la iniciativa presentada por la diputada Erika Arroyo Bello, sobre la formalización de las sociedades de convivencia, en un momento en que la legisladora se encontraba ausente, lo que permitió la derrota de la propuesta de ley en el Pleno, por 18 votos contra 17, lo que permitió el archivo de lo que era una papa caliente para los panistas.
Sin embargo, a esa maniobra no fue ajeno el propio Videgaray, que ha combinado una militancia priista light, con devaneos panistas y con una cercanía permanente a la alta jerarquía eclesiástica en León.
Existe el antecedente de un convite organizado por el entonces arzobispo de León, José Guadalupe Martín Rábago, mediante la intermediación de Videgaray, con los 11 diputados priistas, en donde externó su preocupación por la iniciativa mencionada.
¿Quién iba a decir que el enojo de la diputada Arroyo con Javier Contreras por el destino de su iniciativa, iba a terminar beneficiando a quien probablemente fue el principal artífice de la maniobra: al devoto servidor de la curia leonesa, Jorge Videgaray Verdad?
Parece una orquestación de política florentina, o quizá vaticana, pero más bien es el fruto de la casualidad, del oportunismo y de la vocación por la traición: los cinco votos de los inconformes con Contreras, por razones legislativas, políticas y económicas, le dieron el liderazgo a Videgaray, fragmentario y endeble, pero liderazgo al fin.
Lo que ocurrió este jueves en el Congreso es otro capítulo de las mismas traiciones. Jorge Videgaray, preocupado por ganar consensos internos, ofreció a Guillermo Romo apoyar su oportunista iniciativa para legalizar en Guanajuato los matrimonios entre personas del mismo sexo, elaborada tras la obtención del primer amparo en ese tema y después de una iniciativa de la perredista Guadalupe Torres Rea en el mismo sentido.
La promesa fue rota rápidamente, congruente con sus compromisos con la cúpula eclesial, una de las pocas lealtades permanentes en la trayectoria de Videgaray, le retiró su firma a Romo, quien se la cobró a su estilo: con una diatriba subjetiva y envenenada en contra no de las inconsecuencias políticas del político y constructor leonés, sino de las personales.
Carentes de oficio político ambos, amigo de las apariencias uno y estrambótico y descarado el otro, Videgaray y Romo muestran hoy las dos caras de un PRI que se muestra absolutamente inconsecuente con la confianza recuperada entre una porción del electorado, a la vez que carente de la seriedad y la serenidad necesarias para volver a ser una opción de gobierno.
Qué pena o, mejor dicho, qué tragedia.