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La nueva clase política aprende sobre la marcha

In Botepronto on enero 23, 2013 at 3:49 am

Los políticos que acaban de tomar posesión no parecen caracterizarse por la firmeza de sus convicciones. Veamos algunos ejemplos.

En el caso del gobernador Miguel Márquez, aun se recuerda la sorpresa que provocó en el arranque de su campaña el desahucio del proyecto del tren rápido, una obra con la que soñaron por lo menos cuatro gobiernos panistas.

Sin embargo, bastó que el nuevo presidente priista, Enrique Peña Nieto, se planteara resucitar el transporte ferroviario de pasajeros, para que por arte de magia cambiara el discurso en Guanajuato.

La premura llegó a tal grado como para que el gobernador Márquez, pasando por encima de protocolos, convirtiera la inauguración de la planta de Volkswagen en un acuerdo de banqueta con el Ejecutivo federal.

Otro caso del mismo Márquez es su cambio de opinión con respecto a la inversión extranjera. En la campaña el discurso del panista hablaba de volver la mirada a las pequeñas y medianas industrias locales. Luego vinieron las quejas por las graves compromisos adquiridos por la pasada administración, que acabaron el margen de maniobra.

Hoy, sin embargo, viaja por Alemania haciendo lo mismo que tanto se le criticó a Juan Manuel Oliva: buscando inversión automotriz. Lo hace además con una comitiva al estilo Oliva, donde incluso no falta el diputado priista que funciona como escudo a las críticas de la oposición, en este caso, Jorge Videgaray.

No es el único. La otra gran protagonista de la escena pública estatal, la alcaldesa de Léon Bárbara Botello, pasó en unos cuantos días de feroz crítica a la vocación viajera de los panistas, a candidata a un tour por la lejana y milenaria China, también en busca de inversiones.

No fue muy lejos, sin embargo: las críticas surgidas de muchos sectores hicieron recapacitar a la priista que valora mucho su imagen de cara al futuro, por lo que opto por bajar a tiempo del Expresso de Oriente.

Algo bueno queda sin embargo en todo esto. Márquez muestra que el pragmatismo también es lo suyo, lo que no sobra en un gobernante; Bárbara, por su parte, deja sentir que puede hacerle caso a la crítica, lo que tampoco es una mala noticia.

Ensayo y error, es el nombre del juego.

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