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¿Declaración patrimonial o de independencia?

In Análisis Político on abril 11, 2012 at 4:35 am

Los estrategas y los publicistas de Miguel Márquez Márquez, el candidato panista a la gubernatura, se encuentran ansiosos de acelerar su deslinde del gobernador con licencia Juan Manuel Oliva Ramírez, quien de ser su mayor impulsor parece haber pasado a constituir un pasivo.

Una situación que se mostraba muy complicada antes de la inopinada licencia de Oliva, se alivió con su retiro a la escena política nacional. Sin embargo, la ocasión les fue servida en bandeja de plata con los señalamientos sobre la nueva propiedad inmobiliaria en donde habitará la familia del ex mandatario.

Ni tardos ni perezosos, los integrantes del cuarto de guerra marquista lanzaron al candidato, en las primeras horas del lunes de Pascua, a dar a conocer su lista de bienes ante el comité estatal del PAN, una asignatura que ni siquiera es obligada por la actual legislación electoral.

Aunque el gesto podría ser muy productivo si se asumiera como una requisito para todos los candidatos y la lista de propiedades incluyera las de los familiares cercanos, lo que parece un tanto chocante es la obviedad del mensaje.

Miguel Márquez está tratando de decir que él es diferente del Juan Manuel Oliva que está abandonando la gubernatura, que todas sus posesiones son explicables y que ofrece un compromiso con la transparencia.

Sin embargo, si Oliva hubiese exhibido un gesto similar hace seis años, cuando era apenas candidato a la gubernatura, muy seguramente el resultado no hubiera sido diferente: las propiedades de Oliva en aquel entonces también eran congruentes con una carrera de tres lustros en la administración pública.

El problema con los gobernantes, de cualquier partido político, no es lo que tienen cuando llegan al poder, sino aquello de lo que se han hecho cuando lo dejan.

Allí está el caso de Vicente Fox Quesada, quien mostró sus declaraciones patrimoniales todos los años desde que era gobernador, incluyendo las vacas que entonces eran flacas, igual que Miguel Márquez, pero que si las juntamos todas, de ninguna manera lograría explicar el emporio que ha construido en San Cristóbal, más un homenaje a la vanidad que a la memoria, a grado tal que ha debido recurrir al expediente de justificarlo con donaciones de grandes empresarios.

Si el mensaje que quiere mandar Márquez no sólo tiene que ver con tirar el lastre que le significa la que hasta él considera una mala imagen de Juan Manuel Oliva, entonces hay mucho que hacer en materia de honestidad y buen manejo de los recursos públicos en el próximo gobierno, algo que debería verse ya en los planteamientos de campaña.

Resulta evidente que el gobierno panista que está por finalizar vivió una pérdida total de los controles administrativos. Las justificaciones fueron muchas: el cierre ciclónico de la carrera por la captación de la nueva refinería, la urgencia de los festejos del Bicentenario, la necesidad de contar con los espacios de las nuevas universidades, la ruda dinámica que implica competir por la inversión extranjera.

Las quejas por la sobrevivencia del diezmo, el reclamo de un diez por ciento del costo de la obra pública destinado a manejos oscuros que iban desde subvenciones para la actividad partidista hasta  el enriquecimiento llano de los funcionarios, obligaron a Oliva a pedir la renuncia del titular de esa cartera, Genaro Carreño, a quien sin embargo se le permitió una salida elegante como candidato a diputado, que es donde hará campaña ahora al lado de Márquez.

Lo mismo ocurrió en la Secretaría de Desarrollo Agropecuario, donde el desfalco de fideicomisos para el apoyo a productores, observados por la Secretaría de la Gestión Pública en tiempos de Luis Ernesto Ayala, sólo sirvió para que José María Anaya, el responsable de esos hechos, dejara el cargo para buscar la alcaldía de Cortazar por el PAN, como candidato de unidad. Márquez se verá retratado junto a este personaje también.

En el fondo, lo que está en crisis no es sólo la credibilidad personal de un gobernador, sino la forma en que el PAN se ha afianzado del poder y lo ha retroalimentado mediante un esquema de complicidades. No en balde la fama de operador electoral de Oliva que hoy lo tiene en la campaña de Josefina Vázquez Mota, así sea tangencialmente, quien construyó muchas de sus hazañas políticas con dinero del que se desconoce su procedencia.

En verdad, si Miguel Márquez tiene en su mente la firme intención de hacer un gobierno honesto y de ofrecerlo así en la campaña, tendrá que ir mucho más lejos que la simpática presentación de sus bienes, incluyendo los autos viejos y las vacas del rancho.

Mantenerse en ese discurso mostrará que no hay mayores intenciones de cambio que las que dicta la mercadotecnia momentánea para “salvar los negativos” y librar los escollos de campaña.

En la conformación de su propuesta de gobierno se verá si Márquez ya dio el salto de ser un simple delfín que le quiere ajustar cuentas a su antiguo protector, para convertirse, por lo menos, en un proyecto de estadista.

arnoldocuellar@zonafranca.mx

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