Resulta lamentable el tendido de textos y discos que satura la pequeña Plaza Allende, en la ciudad de Guanajuato y que se anuncia bajo el pesado concepto de Feria Universitaria del Libro.
Estamos muy lejos de aquellas editoriales y distribuidoras que llenaron por años la Plaza de San Fernando, donde también se desarrollaban eventos de la Semana Cultural Universitaria. Hubo épocas, incluso, en que el festival y la muestra libera se acompañaban de certámenes de los principales géneros literarios.
De San Fernando, la feria del libro fue confinada en el viejo patio de Relaciones Industriales que si bien fue un marco digno, no invitaba al ingreso de los visitantes de la Semana Santa guanajuatense.
El año pasado se desarrolló en la Explanada de la Alhóndiga y hoy, tras el rechazo de los vecinos de la calle Sopeña, que no fueron consultados por la nueva burocracia cultural de la UG, la trashumancia terminó en la Plaza Allende, a las afueras del teatro Cervantes, con una muestra que continúa empequeñeciendo.
Incluso, una feria libresca de reciente creación, como la del Libro Politécnico realizada por primera vez en 2011, resultó mucho más digna, bien presentada y mejor organizada que la cincuentona muestra universitaria.
Eso para los que dicen que con la presencia de connotados doctores en diciplinas ténicas en los dos últimos rectorados universitarios, la UG tiende a convertirse en un tecnológico. Bueno, pues hay instituciones de mayor prosapia en asuntos ingenieriles que logran organizarse mejor en temas humanísticos y con presupuestos menos abultados.
Si la evolución de la Feria del Libro Universitaria fuese tomado como indicador del compromiso de la Universidad Autónoma de Guanajuato con la cultura, en verdad que tendríamos mucho de qué preocuparnos.