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PAN: no hay plazo que no se cumpla

In Análisis Político on junio 17, 2011 at 5:04 am

Juan Manuel Oliva es, quién puede dudarlo, un animal político en el mejor sentido de la palabra. Un personaje con esas características da sus mejores tardes cuando se encuentra acorralado y es lo que está pasando en la elección del PAN en estos momentos.

Tras un primer titubeo en la decisión de apoyar a Alejandra Reynoso, quien había sido una opción para negociar frente al adelantamiento de líneas de Fernando Torres Graciano con Gerardo Trujillo, Oliva decidió jugarse el todo por el todo a favor de la diputada federal.

Como se trata de los mismos electores, prácticamente el 90 por ciento del consejo pertenece a la corriente oficialista, Oliva tuvo que actuar con fuerza y determinación para cambiar el sentido del voto de quienes ya habían hecho compromisos a favor de Trujillo, cuando prácticamente era el único candidato.

La operación ha implicado ofrecimientos, pero también advertencias, con el tema que constituye en estos momentos el principal recurso político del gobernador: el manejo del presupuesto público de Guanajuato.

Con ello, se configura lo que constituye quizá la más flagrante intervención de un mandatario en la vida de Acción Nacional, quizá como nunca se había visto en los veinte años de ejercicio del poder por este partido en Guanajuato.

Aunque abundan las especulaciones entre los panistas sobre este repentino y tardío celo de Juan Manuel Oliva por la recuperación de espacios para el Yunque, en el fondo puede ser una interpretación más simple la que esté operando: la de la resistencia a perder espacios de decisión y ver como se diluye un capital político usufructuado durante más de una década.

Debe recordarse que ese capital político ha servido para construir dos gubernaturas: la de Juan Carlos Romero Hicks y la del propio Oliva, lo que hace aún más difícil resignarse a un relevo generacional, igual que ocurría con los mandatarios priistas, incluso con ciclos más cortos de ostentación, disfrute y manejo del poder.

Paradójicamente, con su vuelta en U, el mandatario guanajuatense está colocando en una tesitura delicada su propia sucesión: en primer lugar, el hecho de haber desautorizado a quienes han sido sus operadores cercanos pone en duda la firmeza de su apoyo hacia el candidato que hasta ahora ha pasado por ser su delfín: Miguel Márquez.

Es decir, habrá quien piense que Oliva es capaz de cambiar de caballo a mitad del río y negociar con José Ángel Córdova, por ejemplo. Esa línea de especulación haría poco confiable al mandatario frente a quienes han sido su base de sustentación política estos diez años.

Si Oliva gana, lo que a estas alturas ya no se ve remoto, habrá provocado una fractura en sus seguidores que se ve muy difícil reparar en los seis meses que faltan para elegir al candidato, máxime por el hecho de que habrá actores interesados en profundizar esa ruptura: Ricardo Torres Origel y Gerardo Mosqueda, para empezar.

Si Oliva pierde, lo que también está dentro de las posibilidades, habrá provocado la mayor lesión a su autoridad en lo que va del sexenio, peor aún que los embates que le han enderezado desde los medios de comunicación y desde los partidos opositores.

En este caso, Miguel Márquez prácticamente habrá ganado su independencia y podrá contender sin el lastre de lo que ocurra en la recta final del gobierno.

Así, con cualquiera de los dos desenlaces posibles, lo único previsible es que después del 25 de junio, el panismo guanajuatense entre en una etapa de la que deberá de surgir una nueva hegemonía política que podrá oscilar de los herederos rebeldes del olivismo a sus enemigos más acérrimos.

Botepronto

No asombra la estulticia, pero sí la consistencia: el alcalde de Guanajuato, Nicéforo Guerrero, un político que se da aires de humanista decimonónico, ha vuelto a enfocar sus baterías en contra de Ramón Izaguirre Ojeda, el abogado postulante y consejero del Sistema de Agua Potable capitalino, en represalia por su defensa pública contra la urbanización de la zona aledaña al cerro de la Bufa.

De acuerdo a las sesudas tesis de la administración niceforista, abanderadas por Gabino Carbajo Zúñiga y Gabino Carbajo Guzmán, padre e hijo y secretario del ayuntamiento y síndico, respectivamente, Izaguirre no debía opinar en contra de una decisión del ayuntamiento por ser parte de la administración.

Para estos ilustres jurisconsultos, como en los tiempos del fascismo, del nazismo y del estalinismo, todos los que cobran en una nómina deben pensar como sus superiores. Por esa causa, quieren la cabeza del consejero ciudadano, un cargo que no puede considerarse, por si algo faltara, como parte de la burocracia.

La situación se presta para un buen guión de courtroom drama movie, conociendo la proclividad del abogado Izaguirre por los buenos pleitos legales,  su chocante propensión a ganarlos y la suerte que tiene para que sus adversarios lo coloquen como el chico bueno de la película.

El agregado de que Carbajo Zúñiga fue su mentor, daría la necesaria dosis de dramatismo para mantener el interés del respetable. Ya resulta un exceso pensar en Nicéforo como un epígono de los hermanos Marx, aunque con menos gracia.

Pero para la taquilla todo vale. Así que: ¡Claq!

arnoldocuellar@zonafranca.mx

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