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Salinas en Guanajuato

In Análisis Político on mayo 20, 2011 at 4:20 am

Hace veinte años su partido en Guanajuato lo responsabilizó del mayor cambio político en décadas: la llegada del PAN al poder a través de un gobernador interino. Hace 17 años vino por última vez al estado como presidente de la República, flanqueado por Carlos Medina Plascencia, su obra como gobernador.

Ahora, en 2011, justo en las vísperas de una nueva elección presidencial y no de cualquiera, sino de aquella que puede obrar el milagro de restablecer al PRI en el máximo cargo de responsabilidad pública en el país, Carlos Salinas de Gortari reaparece en la ciudad de León con el objetivo explícito de presentar un libro y “participar en la batalla de las ideas”, como dice él mismo.

Sin embargo, en el ambiente se respira la sensación de que el ex presidente está de regreso en la escena política. Se sabe de su cercanía con Enrique Peña Nieto, aunque él decide dejar de lado ese tema; se observa también en su intención de polemizar con sus críticos y, sobre todo, con sus adversarios políticos en el PAN y en el PRD, partidos a los que se refiere con los eufemismos conceptuales de neoliberales y neopopulistas.

No parece casual, tampoco, el tiempo en el que decide aparecer en la palestra pública, medio año antes de que empiecen las definiciones en las tres fuerzas políticas dominantes en el escenario nacional. Carlos Salinas podrá ser estigmatizado desde todos los extremos del espectro político, pero nadie, adversarios, críticos o partidarios, le regatean méritos a su olfato político y su inteligencia estratégica.

No rehúye temas, tiene explicaciones para todo y para todos, a veces con algunas imprecisiones, pero siempre expresadas con una implacable convicción y con buen sentido del humor.

Incluso, sobre lo que aconteció en Guanajuato en 1991, que ninguno de los presentes, mayoritariamente correligionarios priistas, se atrevió a impugnar, Salinas es contundente: hacía falta la alternancia en Guanajuato, los votos lo han venido confirmando desde entonces; la solución se tomó en diálogo con todos los actores.

Sabe que dice medias verdades, pero lo hace de tal manera que desarma a los interlocutores. Así que, el viejo encantador de serpientes, está de regreso.

Quizá para lo que no sirvió la presentación de Democracia Participativa, el voluminoso ensayo del expresidente, tercero en su lista, fue para relanzar al desgastado priismo de Guanajuato, al que dos décadas en la oposición no acaban de depurar.

Tres aspirantes a la gubernatura rodearon a Salinas en la cena posterior al evento público: José de Jesús Padilla, José Luis Romero HicksJuan Ignacio Torres Landa. Uno más se paseaba en la periferia: Miguel Ángel Chico Herrera. Hubo dos ausencias, parece que de fuerza mayor: Francisco Arroyo Vieyra y Gerardo Sánchez García.

Sin embargo, juntos o por separado, en ninguno de ellos se adivina hasta ahora la intención de proponer algo más que sus propias ambiciones. Si alguno tiene bajo la manga ideas o conceptos que puedan fortalecer al PRI como opción antes que a su propio proyecto, es hora que no las han mostrado.

Quizá por eso Salinas se permitió ser claridoso cuando dijo que la justificación de la decisión de ceder Guanajuato al PAN más allá de lo que las urnas dijeron en 1991, se ha venido justificando a partir de entonces. Quizá por eso, también, fue más puntilloso al bromear sobre las mayorías en el salón, lleno de priistas que se convertirían en minorías en el exterior.

Pero más allá de eso, la lección profunda de un político conocedor de los resortes del poder quedó en el aire sin ser retomada por ninguno de los asistentes: “lo que no hagan por ustedes mismos, no lo hará nadie.”

Tampoco fue novedoso. Es el viejo “a Dios rogando y con el mazo dando”. Pero aquí, a los priistas, parece que les entra por un oído y le sale por el otro. Así que… a seguir sufriendo.

Botepronto

Brillaron por su ausencia los panistas, principales beneficiarios del guanajuatazo de 1991, en el evento literario del pasado miércoles.

Perdidos entre el público de la presentación del libro Democracia República, aparecieron el vástago del ex gobernador Ramón Martin Huerta, Ramón Martín Montes, quien hasta autógrafo le pidió a Carlos Salinas; y el ex pretendiente de la dirigencia municipal panista, Mario Sopeña.

Sin embargo, las fatalidades del destino no perdonan. A la salida de la cena, en un conocido restorán del norte de la ciudad, el expresidente y varios de sus acompañantes, entre ellos el promotor de la visita, Eduardo Nieto Castro; y el dirigente estatal del PRI, José Luis González Uribe, se dieron de manos a la boca con Fernando Torres Graciano, que llegaba a una cena.

El líder panista probablemente creyó que estaba viendo visiones, llegando como estaba de una gira por municipios del sur del estado. Sólo atinó a preguntarle a su homólogo González Uribe: “¿hubo cónclave?”.

“Ni te imaginas”, le contestó el priista.

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