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El GIFF bajo fuego

In Botepronto, sinembargo.mx on julio 8, 2015 at 4:01 am

Comparar al Festival de Cine de Guanajuato con el Rally o el Festival del Globo es un contrasentido; pese a eso, las cifras de visitantes del GIFF no desmerecen frente a eventos de mayor arrastre popular.

El Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF por sus siglas en inglés) ha crecido notablemente en público, en valores artísticos y en prestigio internacional.

Empezó siendo un Festival de Corto Cinematográfico y como tal gozó de gran éxito al aprovechar un nicho de mercado sin competencia. Ahora es un evento maduro que, de continuar recibiendo el respaldo de la industria y del estado que lo ha hecho su sede, puede volar a grandes alturas en los próximos años.

Como factor de atracción turística sus cifras no están nada mal. De acuerdo al Observatorio Turístico de Guanajuato, una página dependiente de la Secretaría de Turismo del Estado, el evento alcanzó una cifra de 125 mil visitantes, de los que un 65 por ciento fueron externos a la entidad y un 35 por ciento locales.

Se trata de un público joven y altamente escolarizado, lo que indica un poder adquisitivo de mediano a alto, además de constituir un nicho de mercado con peso e influencia para posicionar la imagen de la entidad en sus lugares de origen.

Todo esto se logra, además, en diez días repartidos en las dos sedes de San Miguel Allende y Guanajuato, donde lo más rentable son los dos fines de semana. El GIFF es un producto que seguramente desearían muchos destinos turísticos.

Lo notable, además, es que la motivación de todo esto sea un evento que, no obstante el glamour de la industria cinematográfica, se mantiene como un espacio eminentemente cultural, pues se privilegia sobre todo el cine con valores artísticos.

Sin embargo, para el Gobierno de Guanajuato, encabezado por el panista Miguel Marquez Marquez, el Festival de Cine es un producto de segundo orden, al que ahora se le han aplicado recortes sustanciales en el apoyo presupuestal porque “no deja”.

Para el mandatario, eventos como el Festival del Globo de León, al que acuden 250 mil visitantes y 200 mil guanajuatenses; o el World Rally Corona, presenciado por 100 mil visitantes y 400 mil espectadores locales, le “dejan” al estado mucho más que el GIFF.

Lo que desde luego queda claro es que al gobernador de un estado que presume en su propaganda ser “el destino cultural de México”, le importa tanto el cine o el arte como las carreras de autos a campo traviesa y los globos aerostáticos. A final de cuentas, su único rasero es la derrama económica y la cantidad de visitantes, lo mismo da si vienen a cultivarse o a desmadrarse.

Quizá fue por eso que al término del Festival Cervantino del año pasado, donde por cierto se vio al gobernador en contados eventos fuera de la inauguración y la clausura, se hizo necesario organizar una “Bohemia Cervantina” en la Alhóndiga de Granaditas donde brillaron Chabelo, Flor Silvestre, Lucía Méndez, María del Sol, Fato, Arturo Peniche y José Julián, para beneplácito de la clase política guanajuatense.

Por este año, el Guanajuato Internacional Film Festival, no se presentará como era tradición en el magnífico Auditorio del Estado, ubicado en Marfil, sino que deberá refugiarse en el anticlimático y frío auditorio de la Universidad de Guanajuato, con todo y su pésima acústica. No se entiende que el gobierno estatal, propietario del auditorio, decida escamotear este apoyo al mismo tiempo que reduce el presupuesto para el GIFF. El colmo de este contrasentido es que el auditorio permanecerá cerrado mientras el festival se realiza en el centro de la ciudad.

Habrá quien diga que el festival de cine es un evento organizado por una empresa privada, para justificar el regateo al que lo somete el gobienro marquista. Sin embargo, tan privado es como el Rally Corona, traído a México por los dueños de Liverpool; o el Festival del Globo, manejado por particulares.

El tema es simplemente de vocación. Decía el jerarca nazi Hermann Goering que cuando escuchaba la palabra cultura desenfundaba su revolver. Aquí nuestros políticos son más letales: únicamente esconden la chequera bajo siete llaves.

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