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Madero – Villarreal, una sociedad en quiebra

In Botepronto on octubre 6, 2014 at 3:07 am

No fueron uno ni dos los resbalones cometidos por Luis Alberto Villarreal que comprometieron gravemente la confianza que le entregó de forma incondicional Gustavo Madero como dirigente nacional del PAN.

La operación en San Lázaro, donde la fuente fundamental del poder que manejó el diputado guanajuatense no fue solo el respaldo de su líder nacional, sino los pactos pragmáticos que estableció muy rápido con el coordinador priista Manlio Fabio Beltrones, produjo dividendos económicos importantes para el grupo encumbrado en Acción Nacional y también para sus proyectos políticos.

Lo hemos dicho otras veces: para el coordinador priista de un Congreso sin mayorías, obligado a sacar el paquete de reformas más ambicioso de los últimos 25 años, el precio de la corrupción panista y el manejo discrecional de las asignaciones presupuestales, era barato.

Por otra parte, nada ata más que las complicidades en maniobras al borde o fuera de la legalidad; pero también, nada siembra tanta desconfianza como el reparto de privilegios obtenidos por esa vía.

Madero, un político más bien sobrio en su actitud personal, ha tenido que soportar la frivolidad de Villarreal que lo ha conducido a escándalos políticos continuamente.

Si bien las acusaciones por el abierto y evidente cobro de comisiones a los alcaldes y gobernadores panistas, por el trámite de partidas extraordinarias de recursos federales para obras de pavimentación y actividades culturales, no fueron suficientes para hacer tambalear el respaldo de Madero a su principal operador político y financiero, la cauda de escándalos personales que se le sumaba a los excesos políticos terminó por hacer imposible la defensa del coordinador parlamentario panista.

No obstante su relevo, producto de la difusión de una fiesta privada donde ni siquiera se tiene constancia de que se hayan erogado recursos públicos, pero cuyas imágenes fueron contundentes para afianzar la imagen de un político atrabiliario y frívolo, Villarreal ha seguido siendo un personaje influyente en la bancada panista y en el entorno de Madero.

Esa influencia le alcanzó para separar a San Miguel de Allende, su lugar natal, el municipio que gobernó y donde se originó su fortuna política y de negocios, de la lista de municipios donde se realizarían asambleas para elegir candidatos a alcaldes, reservándola para una designación.

El beneficiario de esa maniobra política, por supuesto, era el hermano de Luis Alberto, también diputado federal, Ricardo Villarreal.

Pero como no hay tiempo que alcance y no obstante tener ya segura la nominación con la complacencia del dirigente estatal del PAN, Gerardo Trujillo; y la resignación del Gobernador panista, Miguel Márquez, Ricardo Villarreal decidió arrancar tempranas actividades de precampaña.

Una de ellas fue la que se ha vuelto un acontecimiento mediático por la difusión de una fotografía donde aparece, 48 horas antes de ser detenido junto a uno de los capos más buscados del país, el empresario inmobiliario Germán Goyeneche Ortega.

En esa reunión, convocada por la oficina de Ricardo Villarreal, no obstante que lo ha tratado de negar a posteriori, se usó el pretexto de las reformas estructurales para, en realidad, ventilar las aspiraciones del legislador panista en la elección municipal de 2015.

La fotografía y el pésimo control de daños de Ricardo Villarreal probablemente ya hicieron casi imposible el dedazo que pretendía dar Gustavo Madero en San Miguel de Allende, pues todo indica que aunque tiene el control total de los órganos partidistas y fuertes compromisos con Luis Alberto Villarreal, el chihuahuense tampoco es alguien que coma lumbre.

La saga de los Villarreal se antoja inverosímil. Luis Alberto, sobre todo, estuvo los dos últimos años en el círculo más alto del poder en México: incondicional de un dirigente panista que ha asumido poderes casi dictatoriales; gobernando la segunda fuerza política en el Congreso de la Unión, justo cuando esos votos se convirtieron en indispensables para el gobierno de Enrique Peña Nieto; participantes de número en la agenda de las reformas que más afectarán a los grandes intereses económicos del país.

Esa posición, que un político con más vocación y menos desparpajo hubiera aprovechado para consolidar una carrera política seria, le sirvió al sanmiguelense para exhibir su lado más oscuro.

Hoy, no obstante los servicios prestados, a Madero debe estarle costando mucho mantener sus compromisos con Luis Alberto Villarreal. Véase, en contraparte, como Ricardo Anaya, el actual dirigente provisional del PAN, ha mantenido una sana distancia con el sanmiguelense en San Lázaro y en poco tiempo se ha consolidado como aliado político y alternativa de renovación generacional en el PAN, sin necesidad de caer en complicidades peligrosas.

Hoy por hoy, la era Villarreal en el PAN será recordada por una larga secuela de excesos y escándalos que tienen a este partido sumido en una crisis profunda, como dan cuenta reflexiones oportunas y valerosas como la realizada por Luis Felipe Bravo, el exdirigente panista, en un volumen que circula profusamente entre la militancia.

Vaya paradoja, el PAN de Guanajuato ha realizado grandes aportaciones a la historia de este partido, históricas algunas, pero la buena entrada de los paisanos panistas en el escenario nacional a menudo ha concluido con una salida vergonzante por las puertas traseras del escenario. Allí esta Fox; allí estará Villarreal.

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